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Adriana Lelión

¿CÓMO LLEGAMOS A CONOCERLO?


Tomado de pixabay.com

Un día desperté y dije: ―quiero más del Señor―. Sabía que estaba en punto de mi vida cristiana en donde el agua solo llegaba hasta mis tobillos, necesitaba más de Cristo, había algo que anhelaba con todas mis fuerzas, más del conocimiento de Jesús en la experiencia de mi vida, no solo enseñanzas grabadas en el lóbulo frontal. ¿No te ha pasado lo mismo?


Y la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Cómo llegamos a esa revelación interna del Señor en nuestro caminar diario con Él? No por enseñanzas de segunda mano, no por la lectura de infinidad de libros, ni por las escuelas de los hombres, no por sermones o seminarios o cartillas. Y no me malinterpreten, no estoy diciendo que sea malo leer o aprender, soy escritora y anhelo que leas lo que escribo porque allí te muestro a Cristo, pero mis letras solo pueden ser para ti un doble o un tercer o un cuarto testigo que pueden confirmarte lo que Él ya te está hablando a ti, lo que te está mostrando, enseñando de Él en tu cotidianidad, en tu intimidad con el Señor cada día, en tus diferentes situaciones, en tus necesidades. Si tu fuente no es Cristo habrá esterilidad en tu vida, no importa cuántos años lleves en el cristianismo.

Podemos leer la Biblia y saberla de memoria, mas no tener un corazón para Él. Todo es un asunto del corazón, el meollo de la cuestión está en nuestro amor por el Señor. Podemos tener todo el conocimiento teológico; sin embargo, no poseerlo a Él. ¿Acaso Pablo no era maestro de la ley, celoso de la doctrina?, pero le faltaba lo más importante. Los fariseos tuvieron enfrente a Jesús y no quisieron tener nada que ver con Él, por eso el Señor fue sarcástico con ellos al decirles que: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida”. Juan 5: 39 – 40. Ellos querían el conocimiento sin Cristo.


Como escribió Chip Brogden: Muchas personas ciegas esperan mejorar su visión a través de sermones, reuniones y más enseñanzas. Pero un momento de ver vale diez mil años de aprendizaje. Es mejor sentarse a los pies de un hombre ignorante que ha visto al Señor que ser instruido por el maestro de la Biblia más educado que está ciego a las cosas de Dios.

Conocer al Señor es posible cuando Él abre los ojos de nuestro corazón. Un conocimiento interno de su soberanía, de su preeminencia, de su control sobre todas las cosas y esto solo es posible en una intimidad con Él, en una unión vital con Jesús. La clave es el amor por Él, sin amor no hay nada. Podemos conocer las doctrinas de “pe a pa” y sin embargo no conocerlo a Él. Y ese conocimiento interno del Señor será la base para estar en este camino estrecho y costoso, Jesús hará la diferencia para seguir en este sendero tan impopular, lleno de pérdidas y de dificultades, porque simplemente hemos visto al Señor, esto es algo interno, personal, íntimo. No es algo mental, es una obra interna en nuestro corazón hecha por su Espíritu. Ese conocimiento interno es lo que nos hace dejarlo todo por Él, abandonar el mundo con todo lo que nos pueda ofrecer, dejar toda nuestra vida en el altar, dejarnos desangrar este “yo” que quiere hacer y pensar las cosas a su manera. Y esto viene por una revelación de primera mano y todo lo demás serán solo dobles testigos de aquello que el Señor ha ido revelando a nuestro corazón de Sí mismo, cuando Él ha convertido su Palabra escrita en vino para poder beberla en Su vida, no mediante nuestras concepciones religiosas. Podemos tomar la Palabra de Dios como ley, como letra muerta y convertirnos en legalistas, llevar un pequeño fariseo a donde vayamos. Pero, si lo amamos, si lo buscamos de todo nuestro corazón, Él nos dará su aliento y esa Palabra escrita, ese conocimiento será vida para nosotros y nos transformará.


El Señor estaba galanteando a un pueblo terco e infiel en el desierto, los estaba cortejando como un novio a la novia, no solo les estaba dando simples mandatos a cumplir, les estaba mostrando más de Él, les estaba dando sus palabras, su aliento de vida, pero ellos temblaban y pidieron a Moisés como su mediador. Y entonces Dios Padre quiso hacerse más accesible y envió a su Hijo porque quería restablecer una comunión intima con su pueblo y tampoco lo vieron. El libro del Éxodo es una carta de amor, una promesa, un cortejo, su ley fue una expresión de amor y nosotros la volvimos un yugo imposible de cargar. Y el conocimiento del Señor lo tornamos solo en una doctrina más. Esto se trata de corazón y de amor, de amor por Él.

Una revelación de Cristo que viene por el sufrimiento, en las situaciones más tensas y en las presiones más fuertes, cuando el barro, que somos nosotros, es apretado en su mano. Es en nuestras necesidades que Cristo será revelado; esto fue lo que sucedió con el pueblo de Israel en cada trayecto, en cada jornada, Dios se estaba mostrando a ellos, una sombra de su Hijo Jesús estaba siendo revelada, pero no lo vieron. Y es en los tratos de Dios, en el molino de Él, en su cedazo que llegamos a conocer su profundidad e inmensidad.


A mí me gusta mucho la vainilla, se la agrego a las tortas y helados que preparo en casa, pero lo interesante es que es amarga, aunque su olor es exquisito h cuando se une a los otros ingredientes, ¡guau!, ¡qué delicia! Las pruebas son amargas, pero cuando hemos pasado por ellas el sabor de Cristo quedará impregnado en nuestras vidas, el aroma de su vida será exhalado en nuestros corazones y llegaremos a conocer la grandeza de Jesús, un nuevo aspecto de nuestro Señor será revelado, Él es la tierra de lejanas distancias y hay tanto que conocer de Él, por eso los tratos se vuelven más y más severos con los años porque Él se está forjando en nosotros y se está dando a conocer más y más. Esa revelación también viene cuando obedecemos, cuando damos ese paso de obediencia en esas cosas diarias que Él nos muestra. En esos asuntos que deben ser tratados en nosotros interiormente y que son un obstáculo para nuestro crecimiento en el Señor. No podemos ir más allá con Él, no podemos conocerlo más porque cuando nos revela algo, no somos capaces de avanzar y dejar que Él haga su obra en las profundidades de nuestro corazón. Cada obediencia, cada sí a su voluntad revelada es una forma de llegar a conocerlo más y a profundizar en su vida. Si hay algo que nos cuesta, que no nos agrada, que no deseamos hacer, esa es nuestra oportunidad de oro para morir, para elegirlo a Él por encima de nuestro “yo” y de negarnos a nosotros mismos.


El Señor es mi porción; he prometido guardar tus palabras. Salmos 119: 57 Cuando nuestra porción es el Señor, lo obedeceremos, haremos lo que nos diga, iremos por donde nos guíe, no por obligación religiosa, no por llenar requisitos, no por obedecer simples mandatos como obedeciendo a un amo gruñón, sino por amor a Él, porque nos ha mostrado más de Él y de su infinito amor para nosotros.


Ninguno de los dos hijos en la historia del hijo pródigo conocía a su padre, el uno lo utilizó para satisfacer sus deseos y el otro solo quería impresionar a su padre con su cantidad de cosas por hacer. Dios no está interesado en nuestra obediencia religiosa o en nuestro servicio o sacrificios, Él quiere nuestro corazón, quiere que lo amemos por lo que Él es, no por lo que nos puede dar. Anhela que lo busquemos, desea una intimidad con nosotros y en esa comunión cada vez más profunda, los ojos de nuestro corazón se abrirán a Cristo y conoceremos más al Señor. Si lo amamos, guardaremos su palabra, obedeceremos por amor, no con nuestros esfuerzos, sino porque Cristo vive dentro de nosotros y es por su vida que haremos las cosas a su manera y Él nos mostrará su misericordia.


Y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. Éxodo 20: 6


¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de Adán se abrigan en la sombra de tus alas. Se embriagarán de la grosura de tu Casa; y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz. Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón. Salmos 36: 7 - 10 Daniel sabía que su Dios era poderoso, pero cuando bajó al foso de los leones y fue salvado, supo por experiencia propia que su Dios sí era grande y que realmente tenía el control y que Dios gobierna sobre todos los asuntos de los hombres, su conocimiento se convirtió en algo real, experimental. Él entendió que el Señor reina y cumple sus propósitos eternos para su gloria y para nuestro bien. Cuando esos versículos que tú sabes y repites de memoria Dios te los haga vivir, así amarguen tu vida natural, conocerás más de Él. Somos el sermón viviente, no solo palabras adornadas, es lo que otros ven de Cristo en nuestras vidas y no lo verán si solo sabemos simples doctrinas. Cristo es la Palabra Viva y su deseo es que lo amemos, lo atesoremos y moremos en Él. Muéstrame a Cristo, no me muestres lugares o dogmas. Eso será la diferencia en ti, en mí, eso será la diferencia en todos nosotros.


Que los ojos de nuestro corazón se abran a la inmensidad de la grandeza de nuestro Señor Jesús.


Hasta la próxima.


A.L

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