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Adriana Lelión

DONDE DOS O TRES



“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Mateo 18:20

Desde que comenzó esta pandemia no había podido reunirme con mis hermanos en Cristo, pero este sábado por esas casualidades del Señor, por esas cosas que solo Dios hace y sin planearlo nos reunimos con algunos hermanos y fue un tiempo tan especial, que mi corazón se llenó de gozo, esto me recordó aquella palabra que dice:

“¡Mirad cuán bueno y cuán suave es habitar los hermanos igualmente en uno! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende sobre el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion. Porque allí envía el SEÑOR bendición, y vida eterna”. Salmo 133: 1 - 3


No estamos completos sin nuestros hermanos, no somos islas, somos miembros de un Cuerpo. Realmente necesitaba este tiempo y fue como la llegada de la primavera, a mi corazón le hacía falta esto.

Dios nos ha entrelazado unos con otros por Su Espíritu y es una unión tan fuerte que podemos muchas veces percibir su dolor y su alegría, podemos sentirlos tan cercanos así estén a kilómetros de distancia; si nos ofendemos de alguna manera no podemos estar tranquilos hasta que eso se resuelva, nos duele separarnos por alguna razón, ¿acaso no le dolería al cuerpo perder una pierna o un brazo?, lo que uno sufre le duele al otro, eso es ser miembros individualmente los unos de los otros. Y cuando la unión es tan sólida hasta pensamos igual que el otro o nos encontramos hablando las mismas palabras porque es el Señor que las ha puesto en nuestra boca, ¿no fue esto por lo que Jesús oró con tanta intensidad?

“Les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo estoy en ellos, y tú estás en mí. Que gocen de una unidad tan perfecta que el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas tanto como me amas a mí”. (Juan 17: 22-23)


Michael Clark escribió:

“Porque así como en un cuerpo tenemos muchos miembros… así nosotros, aunque somos muchos, somos un cuerpo en Cristo, e individualmente miembros los unos de los otros. (Romanos 12: 4-5, ESV2011). Fue la palabra "individualmente" lo que llamó mi atención. Dios nos coloca no solo en el cuerpo de Cristo de manera general, sino de manera individual . Sí, somos parte de lo que se llama “la Iglesia”, pero esto ha sido demasiado enfatizado, tanto que no podemos ver los árboles por el bosque. Cuando pensamos en "iglesia", pensamos en una masa de personas que se reúne el domingo (los católicos incluso llaman a esto "la misa") de una manera muy impersonal. Estamos dispuestos en filas mirando hacia adelante para que podamos ver el rostro del pastor y escuchar sus palabras, solo se nos permite ver las espaldas de cientos de cabezas a las que llamamos "miembros de la iglesia". ¿Y a esto lo llaman compañerismo? ¿Es esto realmente lo que Pablo tenía en mente cuando se refirió a nosotros como UNO en el cuerpo de Cristo y miembros unos de otros?”

Esta unión tiene que ser una realidad para nosotros, estamos unidos por el poder de Su amor y esta es Su preciosa voluntad para Sus hijos. Si esto no es real para nosotros algo está mal en nuestros corazones, esto no es un cristianismo normal, y tenemos que ir al altar de Dios para resolver cualquier asunto que nos separa del Cuerpo de Cristo, cualquier resentimiento debe ser desarraigado de nuestras vidas, amamos no solo a los que nos aman, sino a aquellos en el Cuerpo de Cristo que no son de nuestro agrado o que son difíciles.

Si hay tibieza en nuestro corazón no seremos lo que el Señor anheló, que fuéramos uno como el Padre y el Hijo son uno. Solo Su Espíritu nos guía a caminar en la unidad del Padre y del Hijo unos con otros. Recibir al Señor es recibir a todos los que hacen parte de Su Cuerpo y solo Él sabe quienes hacen parte de ese Cuerpo.

Una señal evidente de carnalidad es la desunión entre hermanos, las discordias y los resquemores existen por nuestra inmadurez espiritual, porque no hemos muerto a nuestra vida natural, todavía el “yo” está presente en nuestras relaciones con nuestros hermanos, solo una obra profunda de la cruz nos librará de todo esto; tenemos todo lo que es Cristo a nuestra disposición para destronar de nuestro corazón el orgullo, la supremacía moral, la hipocresía, la arrogancia y poder amarnos de corazón los unos a los otros, con todos los defectos que podamos tener; el amarnos y el cuidarnos unos a otros es una gran protección contra el enemigo.

Austin Sparks escribió:

"¿Qué es la Iglesia? Es Cristo en unión viva con los suyos, que dondequiera que dos o tres estén reunidos en su nombre, allí está Él en medio. Esa es la Iglesia. No construyes edificios especiales y los llamas "la Iglesia". No tiene organizaciones especiales, instituciones religiosas, a las que llamas "la Iglesia". Los creyentes en unión viva con el Señor resucitado constituyen la Iglesia”.

Esto es Su libertad, podernos reunir con nuestros hermanos en la espontaneidad de Su Espíritu y degustar de Su amor a través de todo que ha hecho en cada uno de nosotros, algo menos que esto es religiosidad, necesitamos ser emancipados por el Señor para obtener esta grandiosa libertad.

Somos como las tablas del tabernáculo que eran dos partes de un todo, necesitamos de los demás, nuestros hermanos nos complementan, el enemigo siempre intentará destruir la unión de los miembros del Cuerpo de Cristo porque sabe lo que ocasionará, la unidad la obtenemos de Jesús y solo viviendo bajo Su yugo y Su gobierno podremos estar en esa unidad, solo el amor de Cristo puede unirnos, pues si no es así, todo lo que hablemos será como címbalo que retiñe, seremos una orquesta que no tiene melodía alguna.

Solo crucificados podremos vivir la vida con otros creyentes, Dios nos edifica con lo que le ha enseñado a los demás, no lo sabemos todo ni tenemos un conocimiento completo, necesitamos a los demás miembros del Cuerpo, TODO el Cuerpo crece hasta la Estatura de la Plenitud del Cristo, es TODO, no algunos, es un viaje en compañía, no individual, nuestras vidas individualmente deben estar pegadas a Cristo para que tengamos ese sentido de iglesia. Donde dos o tres están reunidos ahí está el Señor, ¡qué gloriosa verdad!

Que el Señor nos permita por Su Espíritu experimentar la unidad del Padre y del Hijo junto a nuestros hermanos en Cristo, que podamos entregarnos los unos a los otros sin reserva como nuestro Señor se entregó por amor a nosotros. Que el Señor mate por completo de nuestros corazones el desamor, la desunión, el individualismo, los celos, el egoísmo y todo lo demás para poder a amarnos y ser uno como Cristo y el Padre son uno.

Que el Señor grabe esta palabra en nuestras vidas y la haga real cada día.

Hasta la próxima,

Su amiga y hermana.

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