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AGRADANDO A DIOS

Adriana Lelión


"Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres". Hechos 5: 29


En la búsqueda de agradar a otros, nos hemos perdido nosotros y, lo peor, hemos dejado de agradar a Dios. 


Y esto me lleva a meditar acerca de los grandes silencios de Dios, de la inexplicabilidad de sus NO, de la desesperante lentitud de sus métodos, de su manera única de no dejarse influenciar por la gente, de su sutil forma de no llenar expectativas, de sus caminos tan misteriosos, de su capacidad inigualable de no dar explicaciones y de tantas cosas más que me asombran y me dejan perpleja. 


Y es ahí en donde aprendemos la difícil lección de no llenar las expectativas de los demás, deseando su aprobación. No podemos seguir diciendo SÍ a todo y más cuando el Señor es quien nos guía. Es imposible agradar a todas las personas. Hay que aprender a decir NO de vez en cuando: NO puedo, NO quiero, NO tengo. Comenzar a decir NO es de las cosas más difíciles. 


Y cuántas veces nuestro Señor dejó a sus discípulos sin explicaciones, cuántas veces pasó de largo, cuántas veces se negó a llenar las expectativas de los religiosos. Jesús nunca actuó según las conveniencias o intereses de la multitud. La gente quería controlarlo y que cediera a sus peticiones, pero Él estaba sometido a su Padre y esa era la única pasión de su corazón. 


Y agradar a su Padre atrajo muchas dificultades a su vida. Fue rechazado por su familia de sangre, fue llamado glotón y bebedor de vino, acusado de poseer un demonio, fue insultado por la multitud, traicionado, abandonado, expulsado y, finalmente, asesinado. 


Dejar de agradar a los demás, soltando esa necesidad casi neurótica de buscar su aprobación, cuesta y mucho, y se requiere sabernos amados por el Padre y aceptar nuestra identidad como hijos de Dios. Se necesita una rendición total de nuestra voluntad. 


Esto no ha sido fácil para mí, pero el Señor me ha enseñado a dejar de dar explicaciones cuando sé que algo viene de su voluntad. Dejar de llenar las expectativas de otros es lo que más nos cuesta, porque de alguna manera deseamos su aprobación y porque en el fondo, tenemos miedo al rechazo. Y esto sucede porque amamos nuestra "reluciente", pero distorsionada imagen de nosotros mismos, permitiendo que los demás ejerzan una sutil presión para controlarnos. 


Sin embargo, en el descanso de su Vida Resucitada, podemos soltarnos del control de los demás, para dejarnos guiar tan solo por su voluntad. Descansando en su amor, aprendemos a dejar de sentirnos responsables por cosas o personas que no nos corresponden, por situaciones que no nos pertenecen; aprendemos a dejar en las manos de Dios los problemas de los demás, a no involucrarnos donde no nos han llamado, a no opinar de lo que no debemos y a no interferir en los tratos de Dios con otros. En la rendición a Él, aprendemos a mantener a raya la desaprobación de los demás y la necesidad de los guiños de la multitud. 


Como escribió Brennan Manning:


 "Un aumento de la pasión por la verdad evoca una creciente indiferencia a la opinión pública y a lo que la gente diga o piense" . 

El Señor destruye nuestra necesidad de afirmación por parte de otros, porque nuestra afirmación proviene de Él. Cuando Dios nos suelta de todo esto, podremos entregarnos a los demás y amarlos en su amor y en su libertad. Podremos ser libres para hacer su voluntad sin temor al rechazo y sin temor al costo que esto conlleve. 


Que podamos vivir con la pasión de querer agrandarlo solamente a Él.


"Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo". Gálatas 1: 10


Hasta la próxima.


A.L

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