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OTRO TE CEÑIRÁ


Tomada de pixabay.com

Creo que todos luchamos contra el paso de los años. No he escuchado a la primera persona que me diga que quiere ser viejito. ¿Por qué? Porque en la vejez las fuerzas menguan, ya no seremos los mismos, otro tendrá que realizar las cosas que ahora hacemos, tendremos que depender de los demás en muchas de nuestras labores diarias, otro tendrá que vestirnos, bañarnos y llevarnos donde quizás no queremos ir. Así es la vida y este fue el cuadro que le pintó el Señor a Pedro en Juan 21: 18: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te pasará donde no quieras”.


Cuán apresurado era Pedro, respondía antes de hablar, hacía lo que le parecía, era el líder de la manada, no preguntaba ni pensaba, solo actuaba, era impetuoso como el viento cuando hay una gran tormenta; siempre estaba hablando, dando ideas al Señor y muy terco. Aquel día, Pedro se fue a pescar y algunos de los otros discípulos se fueron con él, pero no pescaron nada. Y mientras se hallaban en esa barca, yo creo que estaban pensando muchas cosas, quizás hablando de lo sucedido o tal vez en silencio; Pedro estaría avergonzado, achantado, sintiéndose culpable.


Sin embargo, alguien los observaba desde la distancia y este forastero se acercó a la orilla. No lo reconocieron en el momento. Y el extraño les gritó: “Hijitos ¿ya pescaron?”. Y ellos le respondieron: “No, no hemos podido agarrar ningún pescado”.

Y el Señor les dijo: “Echad la red a la derecha del navío”, así como la primera vez cuando se encontró con ellos y les dijo que lo siguieran y que los haría pescadores de hombres. Creo que Pedro tuvo un Déjà vu en ese instante. Y ellos echaron la red como en aquella primera ocasión y pescaron tantos peces que no podían sacar la red porque estaba muy pesada. Y cuando Juan le dijo a Pedro: “Es el Señor”, esta vez no se postró a decirle: “apártate de mí Señor porque soy un pecador”, en esta ocasión se puso la túnica y se tiró al mar, estaba apenado, ya no se aceleró, había comprobado que su naturaleza no era confiable.

El Señor les había preparado el desayuno, Él sabía que estaban cansados, toda la noche trataron de pescar sin resultados y les dio de comer. ¡Qué cuadro más espectacular! Jesús es nuestra comida. Ninguno osaba preguntarle nada, estaban todos en silencio, quizás se miraban los unos a los otros, esperando el regaño por el abandono. Jesús los observaba mientras hacía la barbacoa; no obstante, ninguno recibió una reprimenda, simplemente les sirvió los panes y los peces, esta vez no alimentó a cuatro mil o a cinco mil, alimentó a aquellos que necesitaban ser restaurados.


Y después de este maravilloso breakfast, comenzó un bello diálogo entre Pedro y el Señor, de esto he hablado en otros escritos. Y fue una plática intensa, de restauración, no de reprensión. Imagínate la escena.


“Pedro, ahora haces lo que quieres y llegará el día que no lo vas a poder hacer. Cuando seas viejo otro te vestirá y te llevará a donde no quieres. Ya no te mandas tú solo, ahora tienes un Señor, ya no haces lo que quieres”, en pocas palabras le dijo Jesús.


Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, desde que Cristo habita en nuestra vida por su Espíritu, somos de Él, nos compró a precio de sangre.


Como escribió Oswald Chambers: La verdadera entrega consiste en estar unido con Jesús en la semejanza de su muerte, hasta que no pueda interesarte nada que no le haya interesado a Él. Y después de que te rindas, ¿qué? Tu vida entera se caracterizará por la aspiración de mantener una inquebrantable comunión y unidad con Dios.

Pedro iba a morir crucificado, pero más allá de eso, la voluntad de Pedro debía ser crucificada. Nuestra voluntad debe ser entregada en el altar de Dios, para recibir la voluntad de Él. Ya no hacemos lo que queremos ni vamos donde nos plazca, ahora vamos por donde el Cordero nos guíe. Ahora el Señor Jesús es quien nos ciñe.


La cruz debe obrar en nosotros cada día para hacer lo que Él desea. Solo la cruz puede tocar nuestro deseo de hacer las cosas a nuestra manera y en nuestros tiempos, la cruz debe obrar en nosotros profundamente, para hacer esta labor de despojarnos de todo lo que nos lleve a estar en independencia del Señor.


La cruz debía forjarse en la vida de Pedro, así como debe forjarse en todos nosotros. La cruz debe tocar nuestra naturaleza impulsiva, que hace lo que quiere y que a nadie quiere rendir cuentas. La cruz debe obrar cada día para desangrar nuestro yo, vencer nuestra voluntad y nuestra propia fuerza, para aceptar la fuerza del Señor y su voluntad. La cruz debe rompernos, vaciarnos, debe llevarnos al final de nosotros mismos para no hacer las cosas a nuestra manera. Sino depender de Aquel que todo lo sabe y cuyos caminos y pensamientos son más altos que los nuestros.


Como dice Santiago 4: 13 – 15: Ea, ahora, los que decís: Vamos hoy y mañana a tal ciudad, y estaremos allá un año y compraremos mercadería, y ganaremos; y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y después se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto, o aquello.


Este es el encuentro con la cruz y muchos salen despavoridos por esto. Y prefieren seguir a Jesús de lejos, sin mucho compromiso porque saben que el costo es bastante alto, ellos desean seguir su propio camino y no quieren ser llevados por otro más grande que ellos. No quieren ser ceñidos por el Señor, no quieren ser reducidos a Cristo.


Ese día, la vida de Pedro se dividió en dos y así será en nosotros cuando el Señor profundice su cruz en nuestras vidas. La cruz ya no será solo un principio más o una doctrina por aprender, será vivida y experimentada en nosotros, para matar todo vestigio de la naturaleza de Adán en nuestra vida, esa naturaleza impetuosa que quiere hacer lo que se le da la gana y que se ciñe a sí misma y va hasta donde quiere. Eso que sucedió ese día en la vida de Pedro fue el secreto de su servicio. No es más poder o bendiciones lo que necesitamos, lo que realmente necesitamos es que el Señor profundice más la cruz en nuestra vida.


Escuchemos al ex impetuoso Pedro hablar en 1 de Pedro 5: 5 – 10. ¡Qué diferente llegó a ser!


Que el Señor haga así en nuestros corazones.


Hasta la próxima.


A.L.

 
 
 

2 Comments


Guest
Sep 15, 2023

Gracias al Señor que por Su misericordia y fidelidad, nos está ciñendo, para ir donde Él quiere, a hacer lo que Él quiere, en Su tiempo y a Su manera, matando en nosotros con Su cruz, toda rebeldía, obstinación e incredulidad.

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Adriana Lelión
Adriana Lelión
Oct 18, 2023
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Así es, un trabajo de cada día en nuestros corazones.

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DE LOS JUEVES

Cuando era niña, escribía muchas cartas a mis amigas del colegio; y era una bonita manera de comunicarnos con las personas especiales en nuestra vida. Sin embargo, con los años y con la inmediatez y el ruido de las redes sociales, esa costumbre se perdió.   

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