CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE
- Adriana Lelión
- hace 2 días
- 8 Min. de lectura

El año pasado llegaron de repente circunstancias adversas; me abrumé, no sabía qué hacer y me entristecí un poco. Y, en ese momento, una amiga me envió un mensaje y me dijo: “No te dejes decaer, eso es lo que busca el enemigo, vernos derrotados”.
Y cuando ella dijo eso, recordé la historia de Mardoqueo y la reina Ester. ¿Te acuerdas? Así que, abrí mi Biblia y leí todo el libro de Ester y el Señor trajo consuelo a mi corazón.
Amán había sido herido en su orgullo cuando Mardoqueo no quiso arrodillarse ante él. Y, como niño mimado, que desea que el mundo gire a su alrededor, Amán habló al corazón del rey en contra de Mardoqueo y del pueblo judío. Entonces, el rey le dio autoridad para exterminar a los judíos y que no quedara ni uno de ellos. (Ester 3).
Y cuando Mardoqueo lo supo, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y lloró con gran lamentación. Y así lo hizo todo el pueblo judío. Y a la reina Ester le llegaron estas trágicas noticias. La vida de ella también estaba en riesgo, pues el rey desconocía su origen. Ella podía morir, a pesar de que era la reina y la preferida del rey Asuero por encima de sus otras mujeres. Así que Mardoqueo habló con Ester y le dijo:
“Porque si absolutamente callares en este tiempo, respiro y liberación tendrán los judíos de otra parte; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”. Ester 4: 14
Entonces, Ester le dijo a Mardoqueo que ayunaran tres días y tres noches, y ella entraría a hablar con el rey, aunque no fuera conforme a la ley. Sus palabras fueron: “Si perezco, que perezca”. ¡Guau! Estaba resuelta por su pueblo y por su misma vida. Era una cuestión de vida o de muerte. Una lucha por sobrevivir. Su respuesta es impactante y su audacia es de admirar.
¿Te has encontrado en esta situación alguna vez? Quizás no de la manera cómo la vivieron los judíos en ese momento, porque fue algo extremo, sino desde tus circunstancias. Ponte en los zapatos de todos ellos, cierra tus ojos e imagínate por un momento la escena. ¡Cómo habrá sido ese momento para Ester, Mardoqueo y todos esos judíos! Iban a morir, ni uno solo quedaría. Un pueblo, una raza sería exterminada para siempre. Este pueblo, era el testimonio vivo del Señor e iba a perecer si Dios no hacía algo.
Es en los momentos más angustiosos, en donde podemos ver a Jesús como nunca lo haríamos en tiempos cómodos. Y también hay situaciones en que solamente el Señor puede obrar. Ver a Dios en circunstancias adversas es como encontrarse con el rostro de un buen amigo en medio de una multitud en la calle. ¡Qué bueno es!
Cuando mi madre quedó embarazada, no se dio por enterada, ella seguía menstruando, no sentía nada y ni siquiera se le notaba la barriguita. Pero esa bebé se aferró tanto a la vida, que se escondió y se agarró fuertemente a sus entrañas. Y a los cinco meses de embarazo, cuando una partera tocó el vientre de mi madre, este renacuajo salió de su escondite y la barriga de mi madre se le notó, el sangrado paró y ella supo que por ahí andaba yo. Me aferré a la vida y sobreviví, y hoy estoy sentada escribiendo para ti.
Así este pueblo se estaba aferrando a la vida, estaban luchando por sobrevivir, clamando a Dios por su supervivencia. Él tenía la última palabra, no el rey Asuero, no su enemigo Amán. Dios es el que tiene la última palabra en nosotros, no las circunstancias, no las personas que nos rodean. Nuestra vida está en sus manos. Nada se sale de su control, aunque no lo veamos, aunque no lo creamos, aunque no lo entendamos.
Nosotros somos el testimonio vivo de que Jesús vive su vida resucitada en nosotros. Satanás no puede matar la vida de Dios en nosotros, pero sí tratará de hacernos daño a través de diferentes circunstancias y también, lamentablemente, de personas. Y no estoy diciendo que todo lo que nos acontezca viene por parte del enemigo. Porque hay cosas que vienen de nuestros errores, de nuestras malas decisiones o desobediencias, o también vienen de parte del Señor como pruebas de fe a nuestra vida para ser perfeccionados. Pero lo que sí viene del enemigo, es para sofocarnos, afligirnos, derrotarnos, vencernos y, finalmente, destruirnos. El enemigo desea acabar con nuestra fe y confianza en el Señor.
Entonces debemos discernir por el Espíritu, qué viene de Dios, qué es consecuencia de nuestros actos y qué es un ataque directo de satanás para poder resistirlo. Somos pasivos muchas veces ante los ataques del enemigo y esto le cede terreno a él.
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Santiago 4: 7
Cuando no sé qué es lo que está sucediendo, hago esta sencilla oración. Y no quiere decir que la tengas que hacer de esta manera, Dios te guiará a ti, pero puede ser un buen ejemplo:
«Señor, no sé qué es lo que sucede. Si es una prueba tuya, cumple tu propósito en mi vida con ella, trata mi corazón, corrígeme, trata algún aspecto en mí que necesita ser tratado y moldea la imagen de Cristo en mí. Pero si es por causa mía, afrontaré las consecuencias en tu gracia, muéstrame en dónde fallé y ayúdame a resolverlo, integra mi error a tus propósitos, encuentra tu manera de ayudarme a arreglar este desastre y dame un nuevo comienzo. Y si es el enemigo que anda rondando mi vida, te pido que lo reprendas (Judas 1: 9)».
¿Y qué hace que el enemigo tenga que retroceder? Una unión fuerte con el Señor, que estemos unidos a la vida de Cristo.
Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él. 1 Corintios 6: 17 LBLA
Satanás puede atacar nuestra mente, nuestras emociones, nuestra voluntad, para que no tomemos una decisión que ya el Señor nos ha revelado que debemos tomar. Usa a las personas, sus palabras, sus actitudes, sus acciones para tratar de destruirnos, como en el caso de Amán. Puede usar las situaciones que surgen a nuestro alrededor. El enemigo de nuestra alma, quiere causar desolación y depresión para mantenernos inactivos e indefensos, y causar una gran herida. Incluso utiliza nuestras debilidades naturales para sofocarnos y mantenernos atados, frustrados y estancados.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Efesios 6: 11 JBS
Nuestra victoria es una Persona, nuestra victoria es Cristo, Él es la armadura de Dios en nosotros.
Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. 1 Pedro 5: 8
Esto es una batalla, sin embargo, no todas las batallas vienen por ataque de satanás, ya lo sabes, pero no podemos desconocer sus artimañas. O satanás nos destruye o el poder de la vida de Jesús en nosotros resiste y triunfa.
Amán era una espina muy grande en la vida de Mardoqueo, al igual que Pablo, el apóstol, tuvo su propia espina.
Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
2 corintios 12: 7 -10
Muchos comentaristas bíblicos han asegurado que la espina de Pablo era una enfermedad, pero muchos otros aseguran que era una persona, que lo perseguía a donde iba y quería sabotear su ministerio.
Craig S. Keener, en su comentario del contexto cultural del Nuevo Testamento, escribió:
“Carne”, aquí no tiene por qué indicar algún defecto físico (como el indicado en Gál. 4: 13), como a menudo se supone; Pablo tal vez alude a la “espina en el costado de Israel”, los cananeos que Dios dejó en la tierra para impedir que Israel se jactara (Núm. 33: 55; Jue. 2: 3; Jos. 23: 13; Eze. 28: 24). Los eruditos debaten qué era exactamente la “espina” de Pablo, pero en vista del contexto y el que Pablo sea “abofeteado” en estos versículos (1 Cor. 4: 11) puede tratarse de las continuas persecuciones ; o este “mensajero de satanás” puede ser un insulto irónico contra sus opositores ( 11: 14, 15). Pág. 512
Y quiero decirte que, muchas veces, el Señor permite estos ataques de personas, para mantenernos humildes y dependientes de Él. Dios no los va a impedir, para que nos aferremos a su gracia y para que veamos cómo su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Dios nos concede la victoria por el poder de su vida resucitada, pues no es en nuestra fuerza, sino en la fuerza de Dios. Zacarías 4: 6
Amán era un mensajero del mal, para hacerle daño a Mardoqueo y a todo el pueblo judío. Y así en nuestra vida hay espinas, quizás personas que procuran nuestro mal, no nuestro bien.
Si el mundo los odia, sepan que a mí me odió antes que a nadie. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como si fueran suyos. Pero ahora ustedes no son del mundo, sino que yo los elegí sacándolos del mundo. Por eso el mundo los odia. Juan 15:18-19
De hecho, todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución. 2 Timoteo 3:12
Si seguimos fielmente al Señor, tendremos estas espinas en la carne tarde o temprano. Incluso de gente que amamos y en quien confiamos o de aquellos que dicen ser nuestros hermanos en la fe.
Que Dios tenga misericordia de aquellos que se dejan usar por el enemigo para causar daño, que dejan que sus voces sean usadas por satanás para destruirnos. Amán fue colgado en el madero que había hecho para Mardoqueo, así como satanás fue destruido a través de ese madero en donde creyó aniquilar al Hijo de Dios.
Lo que el enemigo piensa hacer para mal, Dios los transforma para nuestro bien. Recuerda, satanás es un enemigo derrotado. El Padre está contigo y conmigo. El enemigo nunca logrará su cometido, porque el Señor está de nuestro lado, en Jesús somos más que vencedores. El diablo vino para matar, robar y destruir, pero Cristo hoy es nuestra vida abundante. Juan 10: 10. Cristo vino para deshacer las obras del diablo y hoy caminamos en su victoria por su muerte y resurrección.
Mardoqueo y la reina Ester vivieron un momento muy oscuro en sus existencias. Y si nosotros amamos al Señor, también pasaremos por estos momentos. Será una lucha, una cuestión de vida o de muerte. Donde verdaderamente está el Señor, habrá problemas y el enemigo tratará de sofocarnos y destruirnos, porque seremos una amenaza para sus intereses. Y esto será una experiencia oscura, dolorosa, devastadora y desoladora, pero veremos la mano de Dios sobre nuestras vidas. Espero no desanimarte.
Dios escuchó a la reina Ester, a Mardoqueo y a todo el pueblo que clamaba. Y al final su tristeza se convirtió en alegría. Todo su llanto se convirtió en baile. Su final fue glorioso, porque el Señor fue su escudo protector. El sol brilló en el horizonte y su amanecer se vistió de esperanza.
Y los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Ester 8: 16 - 17
Recuerda, la vida siempre vence la muerte y aunque un ejército acampe contra nosotros, no temerá nuestro corazón, aunque contra nosotros se levante guerra, estaremos confiados en Él, porque Dios es nuestra fortaleza. Cristo es nuestra victoria.
Hasta la próxima publicación.
A.L.
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