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ABRAZANDO SU AGENDA


Tomado de pixabay.com

Hace unos años tenía la firme convicción que iba a ser una excelente psicóloga. Todo mi corazón estaba en ello, me preparaba para que así fuera. Y de un momento a otro, todo cambió. Dios escogió otro camino para mí. El profeta Jeremías lo dijo muy claro: Conozco, oh SEÑOR, que el hombre no es señor de su propio camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. Jeremías 10: 23


Nos hemos pasado la vida entera haciendo planes, aun cuando llegamos a la familia de Dios y nos sometemos a Él. Sin embargo, llega un momento en tu caminar con Dios que Él lo desbarata todo y piensas que la vida es injusta o que Dios se equivocó. Dios permite que nuestros planes fracasen porque tiene en la mira algo mejor, algo que nos llevará más cerca de su corazón y de su propósito para nuestras vidas. Dios nos redime de nuestros planes para darnos algo más grande. Debemos morir a lo que anhelamos, a lo que deseamos con todo nuestro corazón, a los planes perfectos que elaboramos, para dar lugar a lo que el Señor tiene para nosotros.


Dios desea escribir nuevos capítulos en la historia de nuestra vida llenos de su gracia, de su gloria y de su amor infinito, Dios escribe en nosotros historias de redención. Los tratos de Dios con cada uno son una obra maravillosa de su sabiduría infinita. Hoy puedo decir que este camino ha sido maravilloso, pero no ha sido fácil, (Dios no me dijo que iba a ser fácil). Sin embargo, el Señor ha sido fiel y su mano me ha sostenido.


Cuando llegas al Señor y le entregas tu vida, esto es ingresar por la puerta angosta; no obstante, es el comienzo, no el final. Luego de entrar por la puerta, caminas por el camino angosto y ese camino angosto es una vía de disminución para que Cristo aumente en tu vida. El corazón del Padre está en forjar a su Hijo en nosotros para que Él tenga la preeminencia en nuestra vida. Él nos revela a su Hijo, nos lo revela en el interior de nuestro ser, nos da ojos para ver al Señor Jesús, con los ojos de nuestro corazón. Y Dios comienza a transformarnos de adentro hacia afuera para que seamos una expresión de la vida que hemos recibido, la vida de nuestro Señor Jesús. Y de ahí en adelante ya no nos pertenecemos, le pertenecemos a Él, incluyendo nuestras agendas y nuestros planes.


Cuando el Señor estuvo en la tierra dejó muy en claro que seguirlo tenía un precio, nunca engañó a nadie. Muchos dejaron de seguirlo cuando les mostró el costo. Sus discípulos tenían muy altas expectativas, tenían sus propias agendas, pensaban que iban a ser puestos en cargos altos cuando Jesús derrocará al imperio romano con su ejército de ángeles, y cuando lo vieron en la cruz todas sus expectativas se rompieron, huyeron, se escondieron, se encogieron de hombros, hicieron pucheros y se dijeron unos a otros “como que este no era el Mesías prometido”.


Seguirlo involucra perder nuestra vida para ganar la de Él, no se puede tener ambas, y tener su vida implica que nuestros planes deben morir para recibir los de Él. Todo interés propio, todas nuestras agendas se desvanecen para acoger la agenda del Señor, pasamos mucho tiempo pidiendo a Dios que bendiga nuestros planes cuando el Señor tiene algo mejor para nosotros.


¿Qué si tener sueños es malo? No, no lo es, no obstante, cuando rendimos nuestra vida a Cristo y estamos por y para Él, debemos aprender a dejar ir nuestros sueños cuando Dios trae a nuestro corazón los suyos.


Y este no es un camino fácil para nuestra carne, sin embargo, su Espíritu está en nuestra vida para hacer esta obra en nuestros corazones si nos rendimos a Él y a sus planes. ¿Qué hizo que estos hombres cobardes y llenos de agendas propias cedieran toda su vida al Señor y fueran hasta donde Él los guiaba y murieran como mártires por Él? Fueron gobernados por el Espíritu de Dios, no solo fueron llenos de su Espíritu aquel día en Pentecostés, fueron gobernados por Él. Podemos estar llenos de su Espíritu y tener muchos dones, y, sin embargo, no ser gobernados por el Espíritu Santo.


Seguimos con nuestras agendas, con nuestros caminos, con nuestra voluntad y ser gobernados por su Espíritu significa que la vida de nuestro yo, ya no va más. Estos hombres y mujeres se convirtieron en lo que se convirtieron porque el Señor hizo una obra gigante en sus corazones y estaban gobernados por su Espíritu Santo. Toda la vida del yo había sido desangrada en ellos y su mentalidad religiosa había sido derrocada. Dios desbarató sus deseos de grandeza, desbarató sus planes y sus expectativas, los purificó en el fuego de la prueba y fueron a lugares que nunca pensaron y estuvieron con gente que nunca se imaginaron. Los planes y la agenda del Señor prevalecieron en ellos, se negaron a sí mismos para acoger los planes de Dios.


Hasta la próxima.


A.L.


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