El rey David rogaba que Dios sanara a su hijo, sin embargo, el Señor no lo hizo.
David le rogó al Señor por la salud de su hijo, y ayunaba y se pasaba la noche acostado en el suelo. 2 Samuel 12:16
No siempre nuestras oraciones serán respondidas como esperamos. Seremos desilusionados por Dios y solo ahí conoceremos la bienaventuranza de no escandalizarnos de Él.
Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí. Mateo 11:6
Dios nos da lo que necesitamos, no siempre lo que pedimos, Él sabe qué es lo que necesitamos y no siempre es lo que hubiéramos deseado, escogemos según nuestra preferencia y nuestro querer, según nuestra voluntad y no por la voluntad de Él.Yo he conocido los "NO" de Dios. ¡Cómo deseaba la sanidad de Manolo!, derramé mi corazón tanto por esto, yo sabía que nada era imposible para Dios, sabía que Él sanaba las enfermedades, rogaba desesperada por un milagro y Dios dijo: NO.Esto me desplomó y me pregunté por qué Dios no había respondido a una oración sincera de mi corazón, si tal vez era que Él no me amaba. Pero, medir el amor de Dios por las respuestas a nuestras oraciones, es absurdo, Dios ama a los que dice SÍ, tanto como a los que dice NO, Él no tiene hijos preferidos.Sin embargo, en ese momento no me sentí amada. Y en ese instante de preguntas, de desilusiones, de sueños rotos, Dios me encontró en mi sufrimiento y en mis dudas, no me juzgó, calló por amor a mí y me dio algo más grande, me dio la certeza de su presencia en mi vida y de su amor inagotable.Dios ve más allá, su sabiduría es infinita y Él sabe porqué hace las cosas, así a nosotros nos parezca algo injusto. Dios en su sabiduría elige algo para nuestras vidas, que nosotros no hubiéramos elegido para nosotros mismos. Yo no elegí mis aflicciones, pero Dios las escogió porque sabía el crecimiento que estas me traerían. Todo tiene un propósito en sus manos.Yo procesé mi dolor, lo lloré, discutí con Dios, discutí con Manolo por haberse muerto y rabié con el mundo entero, viví mi duelo con todas sus etapas el tiempo que fue necesario, pero al final acepté mi pérdida como un regalo de Dios que me hizo crecer, me hizo conocerlo en mayor profundidad y me hizo entender los propósitos de Dios aún en medio de nuestros más grandes sufrimientos.
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