Por muchos años me aferré al cristianismo como mi todo, mi identidad estaba basada en algo que no era Jesús, mi ocupación era el servicio cristiano y religioso. Y un día, cuando menos lo esperaba, fui despojada de todo para encontrar en Jesús mi identidad. Cuánto de lo que nos sucede a diario tiene ese propósito, despojarnos de todo lo que no es Cristo en nuestras vidas. ¿No fue eso lo que le pasó al Apóstol Pablo?, fue despojado de todo su pasado religioso, de todo su linaje y de sus muchos conocimientos para encontrar en Jesús Su Todo. Cuántas persecuciones, necesidades y aflicciones tuvo que padecer para ser despojado de todo lo que no era Cristo en su vida.
Como escribió T. Austin Sparks: "A lo largo de amplias extensiones de la tierra, el pueblo de Dios está siendo expulsado y esparcido. La pregunta es: ¿Por qué el Señor lo permite? ¿Por qué es así, si el Señor es sabio, omnipotente y misericordioso? Es descubrir cuánto es el Cristo celestial para su pueblo y cuánto dependen del orden terrenal de las cosas, incluso del orden cristiano. Toda esta cuestión de la relación celestial con el Señor es tremendamente escrutadora, el hecho de que Cristo ha transferido todo al cielo y que nada menos que una vida en unión celestial con Él resistirá la prueba en cualquier momento. Le pediremos al Señor que tome esto, si realmente es la verdad, y nos escudriñe. Puede ser que algunos de nosotros encontremos consuelo, porque veremos que esto es exactamente lo que el Señor está haciendo con nosotros. ¿Por qué el aislamiento? ¿Por qué las pruebas? ¿Por qué la soledad en la vida espiritual? Para salvarnos de las cosas en sí mismo, incluso de las cosas cristianas, para que el fin de Dios para que Cristo sea todo y se alcance en todos; no cosas, sino Cristo; no el cristianismo, sino Cristo; no obra cristiana, sino Cristo".
Nuestro servicio a Dios y todas nuestras prácticas religiosas pueden distraernos de lo único e importante, nuestra vida debe estar centrada en Jesús, Él debe ser la sustancia y el centro de nuestra existencia.
En algunas ocasiones, nuestro servicio y nuestro deber religioso se convierte en el “becerro de oro” al que le damos toda la atención y todo el lugar en el corazón, el servicio se convierte en el dios que compite con el Señor Jesús.
Amamos más las actividades cristianas (como cantar, evangelizar, estudiar teología y demás) más que al mismo Dios. Y aunque todo esto es bueno, toda labor se convierte en un ídolo cuando dejamos de mirar al Señor Jesús y si todas estas actividades no nos llevan a Él, pues de nada sirven.
El deseo del corazón de Dios es que nos sentemos a sus pies, nos rindamos a Él y lo escuchemos, que escojamos la mejor parte. Cuando Cristo es el centro de nuestra vida, nada podrá eclipsarlo, nada podrá reemplazarlo, todo en nuestra vida girará en torno a Él. No se tratará de doctrinas, de infinitas reuniones, de denominaciones o parroquias, de religiones, se tratará de Cristo y de nadie más. Somos cristianos en la medida que Cristo se manifiesta en nosotros, no por pertenecer a ningún grupo en especial, sino porque Cristo se manifiesta en cada parte de nuestra vida, porque dejamos que Cristo toque cada parte de nuestro ser.
Como escribió Douglas Weaver:
“Cuando Dios lo llama fuera del campamento la primera etapa del viaje lo conduce al Monte Moriah. El lugar donde todo lo que usted ha hecho nacer debe morir, aun si es la promesa de Dios. Su ministerio, su visión, su identidad, su seguridad; de hecho, lo que sea que haya sido ganancia para usted. Cada elemento generado por su misma persona que define su acceso o posición en Dios, debe ser tenido como pérdida para que usted pueda ganar a Cristo. Y ser hallado justo en Él; no por el buen sentido de temer a Dios, noble expresión de su naturaleza humana, sino por la verdadera justicia que emana de Su vida. Porque Jesús dijo que, si usted quiere hallar su vida, primero debe perderla. Pero continuar encontrando su vida suscribiéndose al último así llamado “mover de Dios” solo le causará que la pierda. Usted ve que Jesús no le ha sacado fuera del campamento para reformarlo, revivirlo, renovarlo, o restaurarlo; más bien para matarlo. O mejor dicho, Él lo está sacando a una más profunda aplicación de Su cruz para que una mayor manifestación de Su persona pueda ser expresada a través suyo. Porque es solo Su vida la que importa”.
AMÉN Y AMÉN MI MUY AMADA HERMANA Y AMIGA. UN FUERTE ABRAZO. EL SEÑOR TE BENDIGA.