¡CUÁN IMPORTANTE ES EL INVIERNO!
- Adriana Lelión
- 3 jun
- 4 Min. de lectura

Este artículo lo escribí seis días antes del fallecimiento de mi tía y lo compartí en la carta virtual de los jueves. Y hoy quiero compartirlo contigo, en este blog de Escuchando su Voz.
Si somos de Jesús, las crisis en nuestra vida, tarde o temprano, harán su aparición. Crisis en el matrimonio, crisis financiera, laboral, en la salud, crisis familiar, con los hijos, crisis emocionales, mentales y demás. Si hoy disfrutamos de una vida tranquila y sin muchos inconvenientes, en algún momento, tendremos diversas crisis y, quizás, llegarán una tras otra (perdón por darte tan malas noticias). E inevitablemente, cada crisis, nos llevará a una crisis espiritual. ¿Por qué? Porque el objetivo de Dios es darnos la sustancia de Él y forjar la Eternidad en nuestros corazones. Dios desea pulirnos y profundizarnos en su vida, y por esto no nos protegerá de los vientos helados. Él nos está haciendo seres humanos menos horribles, está transformándonos, para que su imagen tome forma en nosotros. Es en la presión de las circunstancias en donde Dios nos ensancha. Y solo la revelación de Cristo en nuestro interior, nos hará vencer.
Estando en angustia, tú me hiciste ensanchar. Salmos 4: 1
Y fue lo que Pablo y Bernabé les dijeron a los creyentes de Iconio, Listra y Antioquía:
Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios. Hechos 14: 22
El Señor habita en vidas quebrantadas. Y el invierno es esencial, es la antesala a la primavera. No podemos disfrutar de una primavera sin el invierno. Aunque no nos guste la lluvia ni los tiempos fríos.
Las uvas no madurarán en los desafíos del invierno, pero sin el invierno no habrá uvas en otoño. No te preocupes cuando la temporada cambie, solo busca lo que Jesús quiere hacer después. Wayne Jacobsen
Y muchas de estas crisis se saldrán de nuestras manos y no tendremos el control de ellas; entonces, es ahí cuando Dios y nadie más que Él, podrá actuar. Son situaciones que pondrán nuestra vida en un paréntesis, como interrupciones divinas, que llegan para hacernos crecer, para enseñarnos y para que veamos su poder triunfante sobre todas las adversidades.
El Señor está esperando que quedemos sin fuerzas, porque cuando nuestras fuerzas se acaban, comienzan las fuerzas de Él. Dios quiere que nos soltemos, que dejemos ir la angustia que nos embarga y descansemos en su perfecto amor que se lleva todo temor. Quiere que nos rindamos, que desistamos, que lloremos nuestra impotencia y reconozcamos que solo en Él está la solución y el control de la situación.
El Padre está esperando que nos soltemos en sus brazos, que nos aferremos a Jesús y dejemos el resultado en sus manos. Eso es lo que le da la oportunidad a Él de actuar a nuestro favor y hacer lo que solo Él sabe hacer. Dios está detrás del telón en los momentos de mayor dolor, está trabajando en la oscuridad, para que su luz brille con mayor intensidad. No estamos solos, Cristo está con nosotros en el atolladero.
Estas son las batallas de Dios, no nuestras. Él peleará por nosotros y estaremos confiados en Él.
Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estaos quietos, y ved la salud del SEÑOR, que él hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. El SEÑOR peleará por vosotros, y vosotros estaréis quietos. Éxodo 14: 13 - 14
¡Qué gran consuelo en medio de tanta incertidumbre! Descansar en su amor, atrevernos a creerle, es la mejor defensa para nuestro corazón atribulado. Al final, nuestras tribulaciones llevarán mayor peso de gloria. Dios convertirá nuestro lamento en baile, nuestras pruebas en grandes tesoros, nuestros dolores y lágrimas en perlas, nuestro sufrimiento en servicio y en consuelo para los demás, nuestras cicatrices y pesadas cargas se convertirán en belleza.
Abraham tuvo una crisis muy profunda en su vida cuando Dios le pidió sacrificar a su hijo. Pero él aprendió a confiar tanto en Dios que se soltó. El dilema de Abraham fue la oportunidad de Dios. Nuestras batallas son la oportunidad de Dios. Abraham obedeció y dejó ir su regalo más preciado. Y, al mismo tiempo, no abandonó al Señor, se aferró a Él y a su promesa. Nuestra fidelidad a Él será probada en esos momentos.
Por la fe Abraham, quien había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac». Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Hebreos 11. 17 - 19
Abraham soltó a Isaac, pero se aferró al Señor. Creyendo que si Dios se lo había dado, entonces lo podría resucitar de los muertos. Y fue la prueba de fe más grande en su vida. Entonces, en nuestras luchas y crisis, debemos aferrarnos a Dios y soltar todo lo demás, creyendo que Dios hará lo que tenga que hacer. Sus promesas siguen en pie, aunque no debemos utilizarlas para manipularlo, ni para torcerle el brazo, con Dios no regateamos. Abraham no regateó, simplemente dejó ir y descansó en Dios.
Lo que estás viviendo hoy no es el final de la historia. Dios está escribiendo un nuevo capítulo en tu vida que traerá gloria a su nombre. Estás cubierta (o) por el amor del Padre y eso es suficiente.
Las crisis pueden aparecer de un momento a otro y nos dejarán perplejos. Sin embargo, Dios sabe cómo hace las cosas, aunque no lo entendamos. Él tiene un propósito en todo, así estas palabras exploten en nuestra cabeza.
Que el Señor nos enseñe a descansar en su infinito amor en las temporadas de invierno.
Hasta la próxima.
A.L.
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