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DEGUSTANDO A CRISTO



A medida que avanzamos en el camino de la fe y le permitimos al Señor llevarnos de su mano, lo conocemos en mayor medida y nos enamoramos más de Él.


Cuando salgo en las noches a caminar con Tita y el cielo está despejado, me quedo mirando con atención las estrellas, veo tan solo unas pocas que brillan tímidamente, pero entre más observo el firmamento, más estrellas veo, mis ojos se van acostumbrando a ver los delicados destellos de estos objetos astronómicos. Entre más fijes tu mirada en Jesús, más te embelesarás con Él. Entre más cerca estés de su corazón, más te saciarás de su gloria y su resplandor. El deleite por Jesús reescribirá nuestra historia.


Como un árbol de albaricoque que se destaca en el bosque, mi amante se destaca por encima de los jóvenes de la ciudad. Todo lo que quiero es sentarme a su sombra, para degustar y saborear su delicioso amor. Él me llevó a casa con él para una comida festiva. ¡Pero sus ojos se deleitaron conmigo! Cantares 2: 3 MSG


Ese árbol de albaricoque que se destaca en el bosque es nuestro Señor Jesús. Él es el alimento que nos sustenta. Pero para degustarlo y saborearlo se necesitan las papilas gustativas espirituales, así como necesitamos las papilas gustativas físicas para degustar la comida.  


Hace unos meses, alguien me comentaba que su experiencia con Dios no era tan profunda como lo era en otras personas, que ella tenía fe, que había creído, pero que sentía que no había experimentado algo insondable con el Señor. Y podemos hacernos la misma pregunta: ¿Por qué hay personas que experimentan cosas más profundas, que disfrutan más de la presencia de Jesús, que lo aman más? Y la respuesta a este interrogante es: Porque han desarrollado sus papilas gustativas espirituales.


Cuando el Señor llamó por su nombre a María Magdalena, ella supo de inmediato que la voz que hablaba, era la voz de su Maestro. ¿Por qué? Porque María Magdalena había desarrollado sus papilas gustativas espirituales, y, por eso, ella había degustado y saboreado a Jesús.


En nuestra vida diaria, todo gira en torno a la comida, mi abuelo le llamaba “los tres golpes”. Y mi abuela siempre me decía: “Mija, en el comer está el vivir”. Y en la vida de Jesús no fue diferente. Siempre lo encontramos en casa de Marta comiendo o alimentando a las multitudes o partiendo el pan con sus discípulos. ¿Recuerdas que los fariseos lo acusaban de comelón y bebedor de vino?


La comida es parte fundamental de nosotros. Y entre más entrenemos nuestras papilas, más conoceremos los distintos sabores y podremos distinguir entre algo que no nos nutre y algo que sí lo hace. Y entre más sano sea nuestro alimento, mejor será nuestra salud.


Sin embargo, las papilas físicas se pueden afectar por muchos factores: papilitis lingual, toxinas en la lengua, inflamación, heridas, cambios hormonales, infecciones, sistema inmunológico débil, alcohol, cigarrillo, entre otros. De la misma manera, las papilas gustativas espirituales se pueden afectar por diferentes factores.


Muchas personas se alimentan de las enseñanzas de las masas y se acostumbran tanto a la comida rápida espiritual, a la comida chatarra, al glutamato monosódico, que ya no saben distinguir entre lo sano y lo que no lo es. No han desarrollado su paladar gourmet y se han habituado a consumir solo comida ultra procesada, alimentos con sabores artificiales que no nutren su espíritu, sino solo alimentan sus emociones.


El pecado embota nuestros sentidos espirituales, estar centrados en nosotros mismos deteriora la función de las papilas gustativas y la verdad va perdiendo sabor. La ingesta de comida trasnochada, pasada de fecha, podrida, llena de moho, inevitablemente nos envenena; y así las enseñanzas falsas y las doctrinas de hombres, mezcladas con su carne, nos intoxican, estancan nuestro crecimiento, bloquean nuestro discernimiento y nos mantienen en una infancia perpetua, pues no nos dejan oler, saborear y degustar al Señor Jesús.


El oído pone a prueba las palabras que oye igual que la boca distingue los sabores. Job 12: 11 NTV


Cuando yo era niña, mi madre fue experta en poner una colombina en mi boca cuando yo lloraba y, por ende, me acostumbré al dulce y ha sido todo un proceso dejarlo a un lado. A los niños les encantan los alimentos azucarados y no desean las verduras. Así mismo, muchos creyentes inmaduros no desean comer de las cosas profundas de Dios, prefieren la leche con zucaritas o las colombinas, como en mi niñez.


Somos lo que comemos, dicen por ahí, y esto se ve reflejado en nuestra salud a largo plazo; y cuando nos alimentamos con algo que no es Cristo, se refleja en nuestra vida espiritual. Y así como debemos mirar fijamente el firmamento para ver las estrellas, así tenemos que desarrollar un gusto exquisito por Jesús. Y eso toma tiempo, mucho tiempo, no es de la noche a la mañana, nos llevará todo nuestro viaje con el Señor.


El olfato juega un papel muy importante en el proceso de degustar la comida. Cuando masticamos el alimento, se liberan una serie de sustancias químicas que se trasmiten a los receptores olfativos que están presentes en la nariz. Y esa unión de los receptores y las papilas, es la que nos permite discernir los diferentes sabores de los alimentos. Y cuando hay problemas alérgicos o respiratorios o se tiene una gripa muy fuerte, se pierde la percepción del gusto. Como dato curioso: ¿Sabías que yo huelo todo? Es una costumbre que adquirí de mi abuela. No te sorprendas si me ves oliendo el pan, las arepas y a ti (ja). Los olores rememoran. Cada uno tiene su propio olor y es lo que nos identifica y nos hace únicos.


Volviendo al tema, es por esto que muchos no perciben el aroma de Cristo, ni pueden saborearlo, están en una gripa espiritual constante. Pero aquellas personas que sí lo han degustado y saboreado, les sabe a rancio el evangelio de la prosperidad, de la visualización, del decreto, del iglecrecimiento, del culto a las celebridades y a las grandes plataformas cristianas; nada de eso es apetecible ni deseable para sus corazones, porque han hallado algo mucho mejor, se han deleitado con la maravillosa vida de Cristo y esto ha eclipsado todo lo demás, han saboreado las profundidades de la ternura del Padre. El sabor de Cristo les ha explotado en la boca y ya no se conforman con los sabores insípidos de la religión, del mundo, de su carne y de todo lo demás que no es Jesús.


El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal. Salmos 19: 10 NBLA


Y saborearlo cuesta, cuesta nuestra propia vida. Pero la recompensa es recibir la vida de Él.


Estoy leyendo el libro de Levítico y para mí, este libro se resume en una sola palabra: Jesús. Todo se trata de Él. Y hubo un versículo que llamó mi atención: Y Moisés dijo a Aarón, y a Eleazar y a Itamar, sus hijos que le quedaban: Tomad el presente que queda de las ofrendas encendidas al SEÑOR, y comedlo sin levadura junto al altar, porque es cosa santísima. Levítico 10: 12


Saborear y degustar a Jesús solo se puede hacer bajo un riguroso trabajo de la cruz en nuestro corazón, como aquellos sacerdotes debían comer de las ofrendas encendidas junto al altar. Esto nos obliga a deshacernos de muchos antojos y de enseñanzas livianas que mezclan lo espiritual con lo carnal. El sabor de Jesús es profundo, intenso, exótico, como aquel Maná que caía del cielo y alimentaba a los israelitas. Este nuevo Israel de Dios se debe alimentar de Cristo y para eso, debe desarrollar sus papilas gustativas espirituales.


Gustad, y ved que es bueno el SEÑOR; dichoso el hombre que confiará en él. Salmo 34: 8 JBS


Lamentablemente, no todas las personas tienen desarrollado su buen paladar, no es lo mismo comer un pedazo de salmón a las finas hierbas, que un pedazo de chicharrón, una cosa alimenta más que la otra, aunque el chicharrón sea toda una delicia. No todos conocen las profundidades del Señor, porque le gusta saciarse de otras cosas que no son Cristo. Debemos evitar todas esas enseñanzas podridas que nos envenenan el alma y que solo hablan bonito al oído, debemos huir de las enseñanzas de las masas.


Se necesita un olfato desarrollado para saborear a Cristo. Y solo en un intercambio de nuestra vida por la de Él, será posible. Para explorar un viaje más profundo con Dios, necesitamos que nuestras papilas se desarrollen y para esto se necesita romper nuestro apego a la comida chatarra, azucarada, salada y que no nutre. La comida de las masas, de las celebridades, de la religión, de las grandes plataformas, de nuestro propio “yo”, puede parecer sabrosa, pero no hace bien al espíritu. Solo aquellas personas con papilas gustativas desarrolladas podrán saber cuándo la comida es buena y cuándo no lo es. No podemos seguir satisfaciéndonos con cualquier cosa, solo Cristo puede ser el deleite de nuestro corazón; solo lo que realmente nos satisface, es lo que es precioso a nuestros ojos.


Que Jesús sea tu deleite, querido lector. Pídele a su Espíritu con sincero clamor de tu corazón, que desarrolle en ti las papilas gustativas espirituales y entrene tu olfato, para oler y degustar a Cristo. Estoy segura que el Padre te concederá esa petición.


Hasta la próxima.


A.L.

 
 
 

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