“Al anochecer de aquel mismo día, el primero de la semana, estando los discípulos tras puertas enrejadas por miedo a los judíos, Jesús se acercó y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros.” Después de decir esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de gran alegría”. Juan 20: 19 – 20 AMP
Cuando el Señor Jesús salió de esa tumba victorioso, llevando sobre su cuerpo glorificado las cicatrices de sus manos y sus pies, y de su costado traspasado, dejó atrás su pasado, no se acordó más de la noche oscura de su alma, las palabras a sus discípulos fueron “paz a vosotros”, no se sentó a reclamarles nada, no les echó en cara su abandono, no buscó a sus asesinos para vengarse, no tocó ese tema. El ayer para Él se había ido.
No es fácil dejar ir el ayer, no es fácil perdonar a quienes nos han causado daño, pero no podemos permanecer apegados a esos recuerdos que duelen. Este mundo está roto por el pecado y por la maldad que cada día crece más y más, somos seres rotos e incompletos porque esa maldad en alguna medida nos ha causado daño; sin embargo, tenemos dos caminos, aferrarnos al dolor o soltarlo día tras día por el poder de su gracia, hasta que duela cada vez menos.
No podemos seguir alimentando el pasado, debemos dejarlo ir, hay que avanzar, recordemos que el reloj nunca retrocede, estar clavados en la ofensa nos llenará de amargura y nos robará la comunión con el Señor. Yo no soy inmune a esos recuerdos que llegan como ráfagas implacables, pero debemos comprender que el pasado solo puede descansar en los brazos de Jesús porque en los nuestros nos paralizará, el perdón de Dios puede ser forjado en nuestros corazones cuando le permitimos a Él sanar cada una de nuestras heridas.
Jesús es nuestro Buen Samaritano que venda las heridas que otros nos han causado, Él es el ungüento derramado que cura nuestro corazón lastimado (ver Lucas 10: 30 – 37, Cantares 1: 3). Si algo hace Dios con nosotros en momentos de traición, de engaño, de malinterpretaciones, críticas, de daño físico y emocional, es guiarnos a su perdón y a su amor ilimitado, a esa caridad maravillosa derramada por todos nosotros en esa cruz.El dolor debemos vivirlo y procesarlo, las lágrimas debemos derramarlas hasta cuando ya no nos queden más, pero no podemos permanecer ahí, el dolor que no se procesa se enquista y se llena de pus, y a larga sale con enfermedades en nuestro cuerpo. Guardar rencor y rabia solo nos hace daño a nosotros.
El Señor nos llevará de su mano para sacarnos del fango del dolor, de la ira, del resentimiento, Él sanará las heridas más profundas del pasado y nos invitará más adentro de su perfecto amor; si no fuera por Jesús, transitar por este camino de la vida tan inexplicable y a veces tan doloroso no sería fácil, pero acogernos a Aquel que fue maltratado, herido, acusado injustamente, martirizado cruelmente, insultado, avergonzado, escarnecido y burlado mientras colgaba en esa cruz, es encontrar en Él la libertad para perdonar, es ser consolados de nuestros más duros dolores y poder seguir adelante.
Abraza a Cristo en tu dolor sea cual sea y deja ir, lo sé, no es fácil, pero nada es imposible para Él, deja ir el pasado tormentoso, adolorido, esos recuerdos desagradables, que hieren, que enojan, suelta en sus manos lo que fue y ya no será más, y lo que nunca volverá.
"Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó". Eclesiastés 3:15Miremos a Cristo y démosle a Él la oportunidad de ser el motivo de seguir adelante. Esto no significa que el dolor no nos vuelva a sorprender, porque eso hace parte de nuestra vida en esta tierra, significa que podemos trascenderlo y darle un nuevo significado en Dios, podemos ser transformados a través del dolor y encontrar un propósito más allá de todas las cosas.
Recuerda que Jesús es el nuevo amanecer en el horizonte. Cada día es un nuevo comienzo, es una hoja en blanco para que Dios escriba una nueva historia en nosotros, es un lienzo nuevo en donde nuestro Señor Jesús puede dibujar sus propósitos en nuestras vidas. Mira a Cristo mientras avanzas, nuestra meta es Él.
"...puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios". Hebreos 12:2
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