Todos se subieron al pequeño barco pesquero. Jesús quizás estaba cansado y por esto se recostó en el asiento de madera del timonel. Si la lluvia caía, la popa era el único lugar en donde se podía dormir. Así que, Jesús puso su cabeza en la almohada que se guardada debajo de ese asiento, se acomodó y se durmió.
Jesús era el Timonel del barco. Él gobernaba y dirigía esta pequeña embarcación. El timonel es el que controla verbal y físicamente la dirección, la velocidad, el ritmo y la fluidez de la embarcación. Es el que se encarga de la seguridad de los tripulantes del barco. La palabra en inglés que traduce timonel es coxswain, que significa “sirviente del barco”.
Sin embargo, el Timonel de este pequeño barco, cayó en un profundo sueño. Y los doce tripulantes pensaron que estaba bien, su Maestro estaba cansado y el tiempo era bueno.
De repente, se desató la tormenta, el viento comenzó a soplar con fuerza, las olas con crueldad rompían sobre la barca y se estaban hundiendo, pensaban que iban a morir. Y, su Timonel, seguía plácidamente dormido. Ni siquiera los gritos desesperados, las olas golpeando y el ruido del viento parecían perturbarlo. Jesús estaba tranquilo y confiado. Y ellos asediados por el miedo, por la impotencia, sin saber qué hacer, lo despertaron.
¿Alguna vez te despertaron cuando estabas profundamente dormido? ¿Te acuerdas de la molestia?
Jesús se despertó molesto con el viento y el mar. ¡Caramba! Realmente quería descansar y reprendió severamente al viento y dijo al mar: “Calla, estate quieto y amordazado”. Y el viento se calmó como si hubiera estado cansado de moverse de aquí para allá. Y, al instante, hubo una perfecta tranquilidad, todo quedó en calma y en silencio. (Marcos 4: 35 - 40).
¡Cuán pocos lo dejamos dormir en la tormenta!
Y les dijo a sus marineros boquiabiertos, aterrorizados por la tormenta, estupefactos por la autoridad de Jesús, mojados y temblando por el frío: "¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe y confianza en mí?". Y no creo que fuera una reprimenda. Me imagino que sonrió al verlos como pollitos mojados. Era una lección para ellos, no una prueba. Debían aprender a confiar en Él en las tormentas, no solo de los lagos y de los mares, sino también en las tormentas de la vida. El Señor quería enseñarles algo muy importante. El problema no está en tener poca o mucha fe, el problema es en quién hemos depositado nuestra fe.
Nuestra fe no puede estar en personas, cosas o lugares, mucho menos en nuestra propia vida, si ponemos nuestra confianza en los barcos, en el buen tiempo todo estará bien, pero cuando el viento y el mar azoten, ¿qué haremos?
Cuando aprendemos a confiar en el amor del Padre y de Jesús, todo irá bien, aunque las olas quieran hundir nuestro pequeño barco llamado vida.
Dios cuida de nosotros en las peores tormentas, aun si nuestro timonel está dormido.
Cuando la tormenta apriete, es el momento de confiar nuestra vida a Aquel que vela por nosotros, así esté durmiendo. Es el momento de pedirle que lo invisible se vuelva más real para nosotros. Que nos haga ver la realidades celestiales cuando los problemas terrenales comiencen a aparecer.
Estos marineros estaban temblando de miedo, igual que lo estamos nosotros en tiempos de tempestades, nosotros nos parecemos a ellos. Pero aquí lo importante no es lo que hagamos nosotros, lo que importa es lo que hará Él, Jesús es quien dirige y gobierna nuestro barco. Él es quien gobierna el viento y el mar, nada se sale de su control, todo en su soberanía es enviado a nosotros, para su gloria y para nuestro bien final.
Lo que necesitamos es conocer más de su amor, porque entre más descansemos en su amor, estaremos seguros que Él es quien cuida de nosotros. Si estamos seguros en su amor, toda nuestras ansiedades y preocupaciones las dejaremos en Él.
A Dios nada lo perturba. Él puede obrar en nuestras circunstancias más allá de todo lo que pensamos o creamos. Y entre más corramos a sus brazos en medio de las tormenta, más confiaremos y descansaremos en su amor eterno. Él es el poder que nos sostiene en medio de los vientos impetuosos, es la paz que calma nuestro corazón atribulado y es la voz que nos guía en el mar de las dificultades.
Y aunque Jesús estaba dormido, Él estaba velando por ellos. Y la orden del Timonel era: DESCANSEN.
“Porque así dijo el Señor DIOS, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza; y no quisisteis”. ISAÍAS 30: 15
Y la parte incómoda de este versículo es su conclusión: NO QUISISTEIS. Dios les ofreció descanso y ellos la rechazaron por confiar en sí mismos. Nuestra victoria está en el descanso de Dios, amigo mío, amiga mía. Él nos está guiando a reposar en el cuidado de su amor en medio de lo que suceda a nuestro alrededor. Deja que su paz te colme mientras cae el fuerte aguacero.
En lugar de despertarlo, por qué no nos “arrunchamos” a su lado mientras pasa la tormenta. Jesús es nuestro lugar seguro, no el barco.
Hasta la próxima.
A.L.
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