Hay fechas que marcan la vida de una persona y el siete de diciembre ha marcado mi vida en muchos momentos de la historia. Este versículo me recuerda que Dios está al mando de mi vida, de mis circunstancias, de los gobiernos y de todo lo demás.
Hace once años exactamente estaba arrodillada en el piso frío de una clínica orando por la voluntad de Dios y muriendo a mi propia voluntad, a mis sueños, a mis deseos y a los anhelos de mi corazón. Y hace cuarenta y pico de años (no les diré mi edad), Bogotá me recibió con sus brazos abiertos en medio de mucho dolor emocional para mi madre y de circunstancias difíciles para ella, yo tenía tan solo unos días de nacida. Pero, el cielo gobierna, ha gobernado mi vida y seguirá gobernando por la eternidad.
Mi carne siempre quiere correr, alcanzar las cosas por sí misma, lograr, pretender, para después darse el crédito de algo que es muerto y sin vida, pero cuando el Señor gobierna, Él hace, obra, trabaja con su poder, con su gracia en medio de mi debilidad, de mi incapacidad, Él se lleva crédito y lo que Él hace es vida. Morir a mis sueños, a gobernar mi vida, a correr tras lo que no debo correr, a querer hacer algo en mis fuerzas, es dejar que Él viva y haga lo que quiera a su manera.
Todavía el cielo gobierna, gobierna mi vida sobre toda circunstancia, sobre todo gobierno, sobre toda amenaza en el mundo, sobre el pecado que abunda, sobre la maldad del corazón del hombre. Dios sigue bajo control y nada se le ha salido de sus manos. Dios le recordó esto a Nabucodonosor y nos lo recuerda ahora.
Un abrazo mi Piedad 😘😘
Así es mi amada hermana. Un abrazo.😘