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EL GEMIDO DE LA DEBILIDAD



En aquel tiempo el SEÑOR dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel. Y Josué se hizo cuchillos afilados, y circuncidó a los hijos de Israel en el monte de Aralot (monte de los prepucios). Josué 5: 2 - 3


El pueblo de Israel cruzó el río Jordán en seco. Toda esa multitud de niños, hombres y mujeres, cruzaron sin mojar sus sandalias, pues Dios detuvo las aguas. Llegaron y se asentaron en la tierra que fluye leche y miel. (Josué 4 y 5).


Y cuando los reyes de esa tierra escucharon estas noticias, les temblaron las piernas.


― Deben ser muy poderosos, vienen a destruirnos y a apropiarse de nuestras tierra―, quizás dijeron.


El corazón se les oprimió, sintieron pánico, perdieron el valor y desfallecieron al escuchar el sonido de esta gran multitud, como sonido de muchas aguas.


Los israelitas acamparon, armaron sus numerosas tiendas en la llanura de Jericó, muchos fuegos encendidos en la noche, las voces se oían a lo lejos, se escuchaban las risas de los adultos y de los niños, el valido de las cabras y las ovejas, el bramido de los bueyes, en fin. Era una cosa enorme, de proporciones gigantes. Y al ver todas esas tiendas armadas y todas esas lucecitas encendidas en la noche, el pavor descendió sobre los reyes, ese pueblo era una amenaza para ellos, pues no era cualquier pueblo, era el pueblo de Dios, un pueblo de fuertes guerreros y había que tenerles miedo, y comenzaron a estremecerse.   


Y Dios hizo algo extraño apenas llegaron allí. De esas cosas en que uno se pregunta: ¿En qué estaba pensando Dios?


Todos los varones que habían salido de Egipto habían muerto en el desierto, de todos esos hombres de guerra no había quedado ni uno. Y los que habían nacido en el desierto, no estaban circuncidados; entonces, estos hombres jóvenes, valerosos y listos para la guerra debían ser circuncidados.


Y Josué tomó cada piedra, una a una las afiló muy despacio, hasta que cada pedernal convertido en cuchillo, quedó cortante. Y todos estos hombres fueron circuncidados uno por uno y el derramamiento de sangre no fue cualquiera cosa.


¿Te lo imaginas?


Hombres viriles se convirtieron en pollitos mojados, en niños débiles y sangrantes, con el dolor más terrible al miccionar. Quedaron incapacitados por muchos días, no se podían mover. Ellos fueron heridos en el lugar más íntimo, más vulnerable, en un lugar muy privado, muy oculto, un lugar que está destinado a dar vida y placer. Esto no fue cualquier cosa, no creas que no fue nada del otro mundo.


La circuncisión es invitar a que alguien, que no es por placer, toque tu miembro viril; luego tome un cuchillo afilado y corte el prepucio en un acto de violencia. Es un corte que hace sangrar, que duele y que arde. Es ser herido en el lugar de la identidad, pues un hombre se identifica como hombre porque tiene un falo. La circuncisión grita que ese hombre, es un hombre marcado, que le pertenece a Dios y que ha sido apartado para algo importante. Dios se revela a través de esa circuncisión y se relaciona con su pueblo desde una nueva perspectiva.


¿Y sabes cómo se llama esto? No solo se llama obediencia, también se llama confianza. Los hombres no van por ahí dejándose cortar el prepucio porque sí. Esto es confiar en Dios a ojo cerrado. Es confiar en que realmente esto tiene un significado profundo en sus propósitos y que va más allá de lo físico, va hasta el corazón.  


Esto es un símbolo de la circuncisión del corazón. Dios corta en el lugar más profundo, más íntimo. Corta todo lo que no es de Cristo en nosotros, desangra nuestra propia vida, para darnos la suya; nos desnuda, para revestirnos de Él.  Llega hasta donde nadie más llega y con su escalpelo divino corta lo que nadie más puede hacer, y nos deja adoloridos y vulnerables para depender de Él.


El verdadero judío lo es interiormente; y la circuncisión es la del corazón, la que realiza el Espíritu, no el mandamiento escrito. Al que es judío así, lo alaba Dios y no la gente. Romanos 2: 29 NVI


Y cuando fueron circuncidados, se quedaron en el campamento hasta que sanaron. No sé cuánto se habrá demorado Josué en realizar esta circuncisión en todos estos hombres, pero tuvo que haber sido mucho tiempo. Y lo habrán hecho en el mayor silencio posible, a pesar del dolor tan espantoso, pues sus enemigos no se podían percatar de este acontecimiento.


¡Qué gran oportunidad para sus enemigos! Si les hubiera llegado la noticia que todos estos valientes guerreros estaban llorando de dolor como niños pequeños, que no tenían fuerzas ni para ir la baño, mucho menos para pelear, hubiera sido la ocasión perfecta para atacarlos y vencerlos, los hubieran destruido por completo en menos de nada y con tan solo unos pocos guerreros. Pero fueron protegidos por Aquel que es como poderoso gigante, el ángel del Señor acampó alrededor de ellos y los defendió, Dios fue su escudo.


¿Y por qué el Señor permitió esto en ese preciso momento? ¿Por qué no en otro? Porque Él quería ser la fuerza de todo ese pueblo en medio de su debilidad.


Mi gracia es suficiente, es todo lo que necesitas. Mi fuerza se manifiesta en tu debilidad. 2 corintios 12: 9 MSG


Dios quería que confiaran en Él, no solo que lo obedecieran, porque esto no es solamente un símbolo de la circuncisión del corazón, es una señal de confianza en Dios, en un Dios que no nos abandona, que no nos deja solos, que nos respalda y no nos deja a la deriva.


Mas tú, oh Señor, eres escudo en derredor mío, mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé al Señor, y Él me respondió desde su santo monte. Salmos 3: 3 – 4 LBLA


No temeré a los diez millares de enemigos que se han puesto en derredor contra mí. Salmos 3: 6 LBLA


Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Salmos 27: 3 LBLA


Ellos debían aprender a depender del Señor como debemos hacerlo nosotros, no hay nada que podamos hacer en nuestras fuerzas, pero sí en las fuerzas del Señor. Dios no va a permitir que nos jactemos de nosotros mismos, quiere que aprendamos a depender de Él en nuestra debilidad. Dios es quien hiere y es quien nos sana. Dios permite las circunstancias para dejarnos débiles y sin fuerzas, como aquellos soldados, para mostrarnos su gloria y su gracia.


Él dispone un banquete para nosotros en presencia de nuestros enemigos. El guardián de nuestra alma no duerme, vela por nosotros, nos cuida. Su vara y su cayado nos infunden aliento. La vara no se usa para mantener a las ovejas a raya, sirve para mantener a las ovejas seguras cuando aparece el depredador. Y el cayado tampoco es un arma contra las ovejas, es el instrumento para rescatarlas cuando necesiten ser salvadas. Dios nos mantiene a salvo en medio de fuertes enemigos y grandes tormentas, así como lo hizo con estos hombres adoloridos y sangrantes.


Vivimos tiempos peligrosos, difíciles y desconcertantes. Si Dios nos permitiera una vida cómoda, perderíamos fácilmente el sentido de la eternidad, dejaríamos de ser peregrinos y extranjeros, y anhelaríamos las cosas de esta tierra, perdiéndonos lo que está por venir. Si la vida nos sonriera a cada paso, el futuro en Cristo se volvería sin importancia para nosotros. Por eso la estrategia divina es hacernos sentir incómodos en el aquí y el ahora, para desear el entonces. Es tener esa piedra en el zapato, esas púas en nuestros colchones, para incomodarnos en esta tierra y no permitir que nos acostumbremos a este mundo.


Poner nuestra mirada en algo o en alguien que no es Cristo, es observar el paisaje equivocado; solo Jesús es el nuevo amanecer en el horizonte. Tarde o temprano todo fallará en esta tierra de una o de otra manera. No habrá familia, amigos, hermanos en Cristo, pastores, sacerdotes, iglesias, rabinos, grupos de oración, estudios bíblicos, partidos políticos, trabajo, profesión, dinero o viajes que llenen nuestras expectativas. El café se enfría, las vacaciones terminan, las relaciones acaban, la gente defrauda, las casas de ensueño también tienen goteras, nuestra salud falla, nos cansamos, nos aburrimos, en algunos momentos nos sentimos solos, los problemas aparecen de la nada. Pero esto no es nada comparado con la gloria que un día será revelada. Todo un día desaparecerá, para dar lugar a lo que sí permanecerá.


Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! 2 corintios 4: 17 NTV


Eso significa que toda la creación será agitada y removida, para que solo permanezcan las cosas inconmovibles.  Hebreos 12: 27 NTV


Solo tenemos que confiar en un Dios lo suficientemente grande como para salvarnos de nuestros enemigos, de nosotros mismos y hacer de nuestras circunstancias oportunidades de mostrar su gloria y transformarnos a través de ellas. La circuncisión de nuestro corazón también nos dolerá, nos dejará vulnerables e incapacitados para depender de Él, pero encontraremos a un Dios más grande que nosotros mismos, a un Dios que no le teme a nada ni a nadie y que hace por nosotros lo que nosotros no podemos hacer en nuestras fuerzas.


Sí, Dios permitirá que lloremos de dolor, como aquellos soldados circuncidados, con el propósito de conquistar nuestro corazón y que nos enamoremos de la Eternidad.


Sin embargo, también nos dará tiempos de refrigerio, nos dará cosas y personas para disfrutar, así como el pueblo celebró la pascua y comió de las cosechas de Canaán, después de que los soldados sanaron. Disfrútalas, pero no te acostumbres; recuerda, te espera algo más grande y mucho mejor.


Hasta la próxima.


A.L.

 
 
 

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