“Porque muchos de los judíos iban y creían en Jesús por causa de él” Juan 12: 11
Cristo es el único que puede traer vida a lo que está muerto, nada en nosotros mismos lo puede hacer, esto es obra de Dios. Y eso fue lo que vieron los judíos en Lázaro, vida de Resurrección, por eso creyeron en nuestro Señor Jesús. Si hemos resucitado con Cristo todo nos delatará y esto es lo que otros verán.
Lo que otros deben ver no son nuestras buenas doctrinas o creencias, nuestros ritos elaborados, nuestra teología, nuestra religión, lo que otros deben ver es la vida de Cristo habitando en nuestros corazones. Porque no se trata de ser algo que no somos, hacer ciertas cosas, tener un lenguaje especial, comer ciertos alimentos, vestir de cierta manera, la vida de Cristo no es una vida de apariencias o de cosas por cumplir. La vida divina no es forzada, es algo que mostramos porque se ha forjado en nuestro interior, no es lo que somos delante de los hombres, sino lo que somos delante del Señor. Hemos intercambiado nuestra vida por la de Él.
Cuando el aroma de Cristo ha impregnado una vida, esta fragancia no puede esconderse; la vida de Cristo cuando nos ha sido dada no se puede ocultar, se ve, se siente, se huele. Esta vida va más allá de nosotros mismos, podemos cansarnos, podemos fallar, cojear, podemos caernos y volvernos a levantar, podemos marchitarnos y florecer, pero su vida brillará en nosotros no por nosotros mismos sino por Él.
Cuando hablas con alguien que tiene esa vida, no necesita saberse todas las doctrinas, no necesita ser alguien especial, hacer algo especial o hablar de manera extraña, la vida de Cristo a veces está escondida en gente que pasa desapercibida, pero cuando abren su boca y hablas con ellos, sabes que ahí hay algo que no es de este mundo, que hay algo muy profundo que no podemos entender, está la vida resucitada de Jesús obrando en su interior.
Los príncipes de los sacerdotes querían matar a Lázaro porque muchos creían en Jesús, la resurrección de Lázaro desató su furia, fue la gota que rebosó la copa y planearon todo para matar a nuestro Señor Jesús. El costo de tener a Cristo en nosotros como nuestra vida es alto, pero vale la pena perderlo todo por ganarlo a Él.
Si realmente tenemos una vida resucitada en Cristo y una relación de amor con Él, esto se expresa espontáneamente en nuestras vidas, sin que lo forcemos, no necesitamos parecer virtuosos y elaborar toda una estrategia para que otros piensen que los somos. Cuando la vida de Cristo se ve, la furia del enemigo se desatará contra nosotros, el mundo no nos amará y muchos menos el sistema del mundo religioso. Ese es el precio de tener su vida de resurrección.
Como escribió Chip Brogden: ¿Alguna vez has visto a un hermano o una hermana tratar de actuar santificados? Se desgastan a sí mismos y a todos los demás. Es una carga estar cerca de una persona así. Eso no es cristianismo. El cristianismo es esto: no que yo pretenda ser sabio, sino que recibo al Señor Jesús como mi Sabiduría; no que esté tratando de ser justo, sino que recibo al Señor Jesús como mi Justicia; no que estoy tratando de ser santificado, sino que recibo al Señor Jesús como mi Santificación; no que estoy tratando de ser redimido, sino que acepto al Señor Jesús como mi Redención. De ahora en adelante dejo de tratar de ser cualquier cosa y le permito ser Quien es a través de mí.
Jesús ascendió a la diestra de Su Padre, sin embargo, dejó a ciento veinte hombres y mujeres en el Aposento Alto con la vida del Espíritu, no con cartillas de evangelismo, no con estudios de teología, ni con libros de doctrinas ni con las Cuatro Leyes Espirituales y no es que esté mal que quieras estudiar; sin embargo, ellos impactaron al mundo porque se convirtieron en cartas vivas que mostraban a Cristo. Esa es nuestra verdadera marca, la vida resucitada de Cristo.
Sin embargo, es posible estar en Cristo y ser una contradicción a Cristo totalmente. El decir que somos cristianos no significa que estemos EN Cristo, no significa que Él esté viviendo su vida a través nuestro. Hay muy buenos estudiosos de la Biblia, pero no huelen a vida de resurrección, huelen a muerte. Lo que hablan, lo que escriben, lo que predican es un lenguaje espiritual muy teológico; no obstante, no tocamos en ellos la vida de Cristo, su servicio se basa en ellos y no en la Vida de Jesús. Solo la vida de Cristo transforma nuestro corazón, no nuestra teología ni nuestros programas. La vida de Él nos permite ver las realidades espirituales y se expresa espontáneamente. En la vida del Señor no hay nada forzado, obligado o manipulado por el hombre.
Como escribió Austin Sparks: “es algo que los marca en su constitución espiritual y si realmente lo supieran, este sería su secreto de su influencia en el mundo...y tampoco significa separarse, encerrarse y perder el contacto, pues el Señor Jesús podía moverse en cualquier círculo, pero su poder sobre ellos estaba en su diferencia básica con ellos…¿ve la gente más de Cristo en nosotros que los demás? Porque Dios nunca se mueve más allá de Su Hijo, Él nunca se mueve hacia teorías o enseñanzas o doctrinas o cosas que llamamos revelaciones. Él sólo se mantiene dentro de la brújula de Su Hijo viviente en manifestación... Pidámosle al Señor que cree en nosotros una ambición apasionada de expresar al Señor Jesús más que cualquier otra cosa. No para predicar grandes verdades, ni para ser predicadores, ni maestros, ni nada por el estilo como tal, sino para expresar al Señor Jesús, expresar su presencia, su propia medida, su propia naturaleza. Nuestras oportunidades de predicar, si vamos a predicar a todos, vendrán, no porque podamos hablar, sino porque se sabe que tenemos algo del Señor. [1]
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