Hacía mucho tiempo que no publicaba un artículo largo, pero aguanta, vale la pena leerlo hasta el final, prepárate un café, bébelo sorbo a sorbo mientras degustas esta lectura. Espero que mientras tomas tu taza de café, el Señor te ayude a digerir esta palabra.
La historia de Jacob es una de mis historias preferidas, es el testimonio de alguien que sigue al Señor, y nosotros también seguimos al Señor. Podemos aprender tantas cosas de la vida de este hombre.
Mientras leía el capítulo 35 de Génesis y lo meditaba, pensaba en cada una de las experiencias que el Señor me ha permitido vivir con Él. Jacob es un reflejo de mí, de todos nosotros, de todos aquellos que siguen al Señor. En este capítulo, Jacob enfrenta varias muertes dolorosas. Él llegó nuevamente a Bet-el por mandato del Señor y en ese lugar, él y toda su familia entregaron sus dioses y sus zarcillos, y los escondieron debajo de un alcornoque. Este tema ya lo traté en otro artículo, si deseas leerlo, aquí lo puedes encontrar, dale clic encima del título:
En el versículo 3 de este capítulo 35, Jacob reconoció que el Señor había estado con él en todo el camino que él había recorrido. Algún día veremos que cada circunstancia, que cada etapa de nuestra vida, que cada trato, fue parte del propósito de Dios con nosotros, que en todo momento Él siempre estuvo ahí, que Jesús dejó su huella en el sendero que anduvimos, que nada fue casualidad, que todo estuvo dentro de sus planes. Llegar a ese momento final y darnos cuenta de todo esto, es entenderlo todo, es reconocer su grandeza y su soberanía.
Quizás en este momento no entendemos muchas cosas, pero llegará el tiempo en que todo tendrá sentido para nosotros. Esto fue lo que reconoció Jacob, él había estado en un proceso de transformación para llegar a la madurez; sin embargo, faltaba algo y en este capítulo el Señor nos revela qué era lo que faltaba en su vida.
El quebranto de Jacob en este punto fue muy profundo, me puedo imaginar cada una de las escenas y vibrar leyéndolas. Cuando llegó a Bet-el, edificó un altar, ─ el altar es símbolo de dejar toda nuestra vida rendida al Señor, de morir, de rendir, desistir de nuestros propios caminos y de nuestra voluntad ─. Jacob llamó a este lugar El-bet-el, porque allí se le había aparecido el Señor cuando huía de su hermano, cuando su naturaleza fue quebrantada y comenzó a cojear, ¿se acuerdan? Imaginémonos por un momento la cara de todas sus mujeres y sus hijos cuando vieron llegar a este hombre cojeando, vieron su cuerpo estropeado, pero su rostro como de príncipe.
Jacob marchaba hasta su tierra, pero en el hogar de sus padres, ya no estaba Rebeca, ella había muerto, esto debió ser doloroso para Jacob, él era su consentido, así que debió llorar amargamente por su madre y hacer luto por ella. Jacob había atravesado por muchas dificultades y llegó al punto de muchos desprendimientos, de pérdidas de seres amados.
Y en el camino hasta su tierra, su nodriza Débora murió, ella debió ser muy querida para Jacob, era el consuelo de la ausencia de su madre. Pero, ahora este consuelo fue arrancado. Cuando alguien que amas muere, tratamos de buscar el consuelo en otras personas, corremos a los brazos de aquellos que nos quedan para refugiarnos.
Sin embargo, Jacob no pudo buscar los brazos de su nodriza, pues en esta experiencia de El-Bet-el, ella murió, ya no había reemplazo para su madre. Y no es casualidad este hecho. Esto hacía parte del quebrantamiento en la vida de Jacob para su transformación, para llegar a la madurez en la vida de Dios.
El Señor es sabio y cada cosa la hace según el consejo de su voluntad, Dios es un Dios particular para cada uno de nosotros, los tratos de Dios son diferentes para cada uno de sus hijos, no son estandarizados; no hay otra manera de alcanzar la madurez en el Señor, esta es la forma escogida por Él para hacerlo.
Hay cosas o personas en nuestra vida que son de consuelo, de apoyo, alguien o algo que amamos enormemente. Dios intervino y quitó su nodriza. A la gente le cuesta entender esto, no es fácil de digerir, estamos viviendo tiempos en que la iglesia se ha desviado tanto, que pensar en el quebrantamiento es casi imposible. Las nanas son las que cuidan a los niños pequeños, y muchos de nosotros tenemos niñeras que nos consuelan y nos reconfortan como a niños pequeños. Pero, a medida que avanzamos en nuestra vida con el Señor, las nodrizas serán quitadas, para que busquemos el consuelo de Dios y aprendamos a depender de Él.
En ese lugar no solo enterraron sus zarcillos y sus ídolos, también sepultaron a Débora. Todo quedó sepultado debajo de un alcornoque, debajo de un lugar que es floreciente; la vida que florece es la vida de nuestro Señor, cuando hay una muerte, hay una vida de Resurrección, cuando muere nuestra vida, nace la de Él. Allí el Señor entierra nuestras nodrizas, nuestros apoyos humanos, nuestras fuerzas, nuestras capacidades naturales, nuestra voluntad y tantas cosas más. Ellos se deshicieron de los ídolos y de sus zarcillos, pero Dios se llevó a su nodriza. Él se encarga de quitarnos nuestras nanas. Todas nuestras Déboras deben ser arrancadas. ¿Cuáles son tus niñeras?
Este lugar lo llamaron Alón-bacut, que significa “roble del llanto”. Esto no fue de regocijo para Jacob, fue un lamento para él. Pero, en su corazón sabía que le quedaba Raquel, ella era su amada, así que sería su siguiente consuelo.
Todos sabemos cuánto amaba Jacob a Raquel, ella era su amor eterno, su preferida, él tenía otras tres mujeres, pero ninguna como ella, había trabajado catorce años por amor a Raquel, sus ojos se habían fijado en ella desde el primer momento en aquel pozo. Y cuando la vio, lloró, porque no tenía una dote para ofrecer por esa mujer, solo pudo entregar su mano de obra.
Tanto la amó, que cuando supo que Esaú venía a su encuentro, elaboró una estrategia y puso a Raquel en el último lugar, con eso si su hermano lo atacaba, pues que primero matara a las otras, pero no a su Raquel, a ella la protegió. Ya vemos cómo era Jacob, en todo quería hacer las cosas a su manera y con su astucia.
Raquel estaba embarazada y antes de llegar a Efrata, en la villa de Belén, ella comenzó el trabajo de parto y murió. Jacob perdió a su amada y su hijo sobrevivió, ¿pueden comprender el dolor de este hombre?, yo creo que nunca se imaginó que su amada moriría. Un esposo siempre quiere salvar la vida de los dos, pero esta vez, su Raquel murió.
Para obtener la vida del Señor, nuestra vida debe morir, no podemos tener las dos, o es una o es la otra, no hay otro camino. Si Raquel no hubiera muerto, Benjamín no habría nacido; sin la muerte no hay vida de resurrección. Y qué curioso que años después en este mismo lugar, Rut encontró a Booz, ella encontró un nuevo comienzo en su viudez.
Raquel era la preferencia de Jacob, él la escogió conforme a su corazón, a su elección, él fue obligado a aceptar a Lea y a las siervas. Sin embargo, amaba a Raquel, ella era el amor de su vida, su corazón estaba atado a ella.
Las preferencias de nuestro corazón son un problema para nosotros, muchas veces se interponen en nuestro camino con el Señor, cuántas cosas nos reservamos para nosotros mismos, entregamos unas y otras no. Cuántas cosas apreciadas guardamos muy adentro, predilecciones muy sutiles en nuestras vidas, que le quitan el primer lugar al Señor y no solo hablo de personas, a veces son cosas muy espirituales y muy nobles, pero que compiten con el amor del Señor.
Raquel era el apego de Jacob y por eso fue despojado de ella de manera repentina. Los tratos de Jacob fueron severos, para llevarlo a un quebranto completo de su naturaleza. Y creo que de todos sus desapegos este fue el que más le dolió.
El Señor había luchado con Jacob y había vencido su naturaleza, Jacob conoció que Dios era el fuerte de Israel y sabía cuán fuerte era, había descoyuntado su muslo, lo había vencido aquel día en Peniel. El Señor se entiende personalmente con nuestra naturaleza y la vence. Al final nada quedará de nosotros mismos. La vida de su Hijo es lo único que el Padre verá en cada uno de nosotros. ¡Cómo duele el despojo del Señor! Nada de nosotros mismos quedará en pie, nuestra desnudez será cubierta solo con la hermosura de Cristo, pues nuestro valor proviene de Él.
Raquel le fue arrebatada. Qué dolor tan profundo para Jacob, no sé si tú has vivido esta experiencia, esto es lo más doloroso, perder el deseo del corazón. Tenemos nuestras preferencias, nuestros deseos, nuestros conceptos, nuestras fuerzas, nuestros sueños, nuestros tesoros espirituales y en un momento todo esto es quitado.
Cuánto trabajo debe hacer en nosotros el Señor, cuánto quebrantamiento, Dios sabe cuáles son los deseos de tu corazón, pueden ser cosas tangibles o intangibles, personas y aun cosas muy espirituales, solo Dios lo sabe, pero todas esas preferencias deben ser quitadas. Raquel fue la elección natural de Jacob y los hijos de ella fueron los hijos consentidos de su corazón, ¡Cuánto amó este hombre a esta mujer!
Dios ha tratado con todos nosotros de una o de otra forma, yo lo puedo ver en mi vida, a través de los tratos de Dios, el Señor ha ido despejando el terreno, ha ido rompiendo esa tierra llena de duros terrones, Él ha ido quebrantando mi voluntad, ha ido allanando el camino, su trabajo ya no es resistido como al principio, ya hay menos resistencia a sus tratos, aunque su arado sigue siendo necesario y lo será hasta mi último aliento, he aprendido a dejar que el Señor cave donde tenga que hacerlo. Esto es lo que hace el Señor con sus tratos, romper esos terrones de tierra que no dejan sembrar su semilla.
La voluntad del hombre es como esos terrones que el sembrador debe romper, el Señor debe despedazar nuestra recia voluntad, nuestras fuerzas, toda autodeterminación, autoafirmación, autoestima, autosuficiencia, interés propio, autocompasión y tantas cosas más. El Señor debe llegar hasta los rincones más profundos de nuestra vida y allí aplicar sus tratos, para destrozar todos esos terrones que no le permiten a Él hacer su obra en nosotros.
Cuando pienso en el trabajo de Dios, lo puedo asemejar con terminar un artículo o un libro, que no es una labor fácil ni entretenida, requiere leer, releer, borrar, corregir y reescribir una y otra vez. Escribir es un treinta por ciento y corregir es un setenta. Es una labor tediosa, pero que se debe hacer, no hay otra manera. Es un trabajo minucioso, que requiere paciencia y mucha disciplina.
Así es el trabajo de Dios con nosotros, se requieren muchos tratos de Él para llevarnos a esa Estatura de Cristo. Mucho trabajo en su torno, una y otra vez deshace la vasija para hacerla de nuevo, con mucha paciencia y de manera muy minuciosa el Señor trabaja; pule la gema y refina el oro, todo esto es un trabajo que requiere tiempo, un trabajo que requiere disciplina y mucha paciencia hasta obtener el producto esperado. Detrás de un vaso de misericordia hay mucha labor de parte de Dios, muchos quebrantos.
"¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida? O ¿quién podrá estar cuando él se mostrará? Porque él será como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán al SEÑOR Presente con justicia". Malaquías 3: 2 - 3
Como dijo Austin Sparks:
“Dios puede hacer algo hermoso con algo ordinario y común, con todos sus rincones y con toda la dificultad. No podemos llegar a la gloria sin preparación, no podemos ser usados sin que haya sus tratos constantes a través de nuestro viaje por esta tierra, nuestra carne no da tregua".
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