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Adriana Lelión

EN EL OTOÑO DE TU VIDA


Tomado de Pixabay.com

Hace unos días vi de lejos a la sobrina de una amiga, la conocí cuando estaba recién nacida y hoy ya tiene siete años. Así que, llamé a mi amiga y le dije mi típica frase: “antes no se vuelve uno viejo”.


Cada año se va como un suspiro, los días son más cortos y el tiempo vuela, y nos estamos envejeciendo muy rápido, esa es la realidad. El tiempo está dejando su huella en cada uno de nosotros de una o de otra manera. Y mi pregunta es: ¿Cómo deseo llegar al otoño de mi vida?


Y es la pregunta que debemos hacernos todos, porque como decía mi abuela, ─todos vamos para allá─ y cuando ella me lo decía, yo era una niña y ella estaba fuerte y vigorosa, nunca pensé que mis abuelos envejecieran y murieran. Y en medio de esta cruda realidad, clamo al Señor como lo hizo el rey David desde la profundidad de su corazón:


“No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares”. Salmo 71: 9


Y esta es la oración de mi corazón, que el Señor no me desampare en mi vejez, en el ocaso de mi existencia, cuando mis fuerzas mengüen y mi memoria se atrofie por el paso de los años, porque mientras Jesús siga retardando su venida, envejeceremos y moriremos. Y no solo que no nos desampare, sino que nos dé un corazón conforme a su corazón a medida que nos acercamos a nuestra vejez. Sin embargo, tenemos esta hermosa promesa, a la cual podemos recurrir cuando comencemos a ver el paso del tiempo en nosotros.

Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré. Yo lo he hecho, y yo os cargaré; yo os sostendré, y yo os libraré. Isaías 46: 4 LBLA


Me gusta cómo llegó Jacob a su vejez, él llegó a sus últimos días adorando al Señor, apoyándose en su bordón y bendiciendo a otros. Llegó en la paz del Señor. Toda esa guerra interior que había librado en sus años mozos por su gloria personal y que afectó sus relaciones con los demás y las hizo conflictivas, había sido vencida por la gloriosa paz del Señor en su corazón, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.


Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró, apoyándose sobre el extremo de su bastón. Hebreos 11: 21


La vida de Jacob es un símbolo de nuestra vida. Jacob había recorrido un largo camino, muchos fueron los quebrantos en la vida de Jacob hasta llegar a ser lo que Dios quería que él fuera. Jacob llegó a su vejez apoyándose en su bastón, esto significaba que después de todos los tratos de Dios con él, llegó apoyándose en su Señor, ya no se apoyaba en su astucia, ya no se apoyó en su propia naturaleza, sino en Aquel que lo sostuvo a lo largo de su vida y lo llevó a la madurez, a la transformación completa de su corazón. Jacob maduró en el Señor, podemos ser jóvenes, pero ser maduros en Él o podemos llegar a viejos como niños espirituales, eso depende de nosotros, de cuánto le permitamos a Él perfeccionar nuestras vidas a través de sus diferentes tratos.


Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto. Génesis 47: 29


Jacob ya no tenía fuerzas para apoyarse por sus propios medios, ahora su confianza estaba puesta en el Señor. Ya no dependía de sus múltiples acciones e ideas, sino en la gracia de Dios. Y cuando llegaron sus días para morir, pidió a su hijo José poner su mano debajo de su muslo, ¡qué gran símbolo fue esto! Su muslo fue la parte que Dios desencajó como señal del quebrantamiento de su naturaleza.


Fijémonos que en este versículo fue llamado Israel no Jacob, esto se debe a que había llegado a madurez, a la plenitud de su transformación, esto fue la gracia de Dios, la fuerza de Dios en su vida. Jacob había conocido al Señor personalmente y en toda su vida él estuvo bajo el cuidado del Señor. ¡Qué delicia llegar así a nuestra vejez! ¿No les parece?


Este debería ser el deseo de nuestro corazón, que lleguemos a nuestra vejez o a los años que Dios nos permita vivir maduros en Él, transformados, apoyándonos solo en el Señor y en sus fuerzas, no en las nuestras, ni en nuestra inteligencia o nuestras capacidades, porque al fin y al cabo todo ello menguará. Los tratos de Dios que hoy estamos experimentando tienen como fin hacer esta labor, que mengüen nuestras fuerzas, para que la fuerzas de Él en nosotros crezcan.


Nada nuestro sobrevivirá a los tratos de Dios y al final solo quedará la obra de Cristo en nuestras vidas, solo podremos apoyarnos en Aquel que es nuestra fortaleza en la debilidad, Su gracia es con lo único que contaremos como nuestro bastón al final de nuestros tiempos en esta tierra. El Señor es el único bordón que podrá sostenernos hasta el final.


Me anticiparon en el día de mi quebrantamiento; mas el SEÑOR me fue por bordón. Salmo 18: 18


Lo último que Jacob hizo fue adorar, apoyándose en el Señor como su bastón. Que podamos llegar a viejos en una actitud de adoración en nuestro corazón, de absoluta gratitud, adorándolo por todo lo que Él es y por todas sus misericordias a lo largo de nuestra vida, no en una actitud de queja, de amargura, de insatisfacciones o frustraciones, amargándole la vida a otros y con el ceño fruncido, que la dulzura de su Espíritu habite en nuestras acciones, palabras y hasta en nuestra mirada. Que los frutos de Su Espíritu sean forjados y llenen nuestras vidas; que su paciencia, su gozo, su paz, su benignidad, su templanza, su bondad, su amor y todo lo demás que es Él resplandezca en nuestros corazones al final, cuando las hojas de color marrón anuncien el otoño de nuestra vida, cuando proclamen el cambio de nuestra estación. Que su sabiduría y su prudencia habiten en nuestras palabras.


Para contar nuestros días haznos saber así, y traeremos al corazón sabiduría. Salmo 90: 12


Corona de honra es la vejez, si se hallara en el camino de justicia. Proverbios 16: 31


Lo segundo que Jacob hizo fue bendecir. Que así podamos llegar a la vejez (si así el Señor lo quiere) bendiciendo a los demás, dejando una huella en sus vidas, mostrando la marca de la obra de Cristo en nosotros. Que los demás vean la imagen de Cristo en nuestro corazón y resplandeciendo en nuestros rostros a pesar de la multitud de canas, arrugas, verrugas y manchas que podamos tener. Que el gozo del Señor sea nuestra fortaleza y Él llene nuestra boca de risa así falten algunos de nuestros dientes.


Que podamos llegar con la docilidad de Jacob, sometidos por completo a Él y apoyados solo en sus fuerzas. Pidamos la docilidad del Señor en nuestras vidas para el final de nuestros tiempos, para ceder y no dejarnos llevar por la terquedad del burro viejo.


Si el Señor es nuestra fuerza, si Él es la fortaleza de nuestra alma, aun en nuestra vejez seremos fuertes y vitales por su vida habitando en nosotros. Esto es gracia, gracia abundante también en nuestra vejez. No solo para nuestros años juveniles y productivos, sino también para esos años cuando vemos que el paso del tiempo está dejando su huella.


Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes… Salmo 92: 14


“Por tanto, no faltamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior sin embargo se renueva de día en día”. 2 Corintios 4: 16


¿Cómo quieres llegar al otoño de tu vida?


Hasta el 2023.

AL

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