“Tus misericordias son nuevas cada mañana”, decimos en voz alta, lo cantamos, lo leemos con vehemencia, pero olvidamos en qué momento nacieron. Estas palabras nacieron en la aflicción de Jeremías, en un momento de mucho dolor, de persecución, de encarcelamiento, del sufrimiento por la situación espiritual de su nación.
Si leemos el capítulo 3 de Lamentaciones, desde el versículo 1 hasta el 17, vemos que es un clamor del corazón de Jeremías, él estaba realmente afligido. Su oración fue profunda y marcada por la aflicción.
Jeremías es uno de mis profetas preferidos. Comenzó su ministerio muy joven, a la edad de 17 años, fue escogido por Dios desde el seno materno, pasó la mayor parte de su vida como un ermitaño, se le prohibió casarse, lloró mucho por su nación, por eso fue llamado el profeta “llorón” y fue odiado por su profecía.
Como dijo Austin Sparks:
“Un hombre con la gloria de Dios, será impopular”. Y Jeremías lo era.
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