La vida golpea cuando uno menos se lo espera, en esta tierra todo es incierto, todo es impredecible.
Cuando Manolo murió, sentí que mi vida era miserable, que no merecía vivir y muchos menos ser feliz sin él. La muerte de un ser querido duele mucho, uno no se acostumbra a ver partir a los seres que uno ama, la mente (y la gente) te dice que así es la vida, que todos estamos haciendo fila, que así tiene que ser y demás. Pero, eso no le quita lo doloroso que puede ser la ausencia y el desprendimiento. Recién murió Manolo alguien me dijo con mucha frialdad que eso es lo más natural de la vida y sí, lo es; sin embargo, duele y es un sufrimiento utilizado por el Señor para sus propósitos. ¿Acaso no fue el mismo Señor Jesús quien lloró frente a la tumba de Lázaro?
Y la pregunta que surge es: ¿Es posible encontrar el gozo del Señor en medio del dolor? Sí, es posible.
Como dijo George Warnock: “El gozo del Señor nace de la pena, de la esterilidad, del sufrimiento… No puede haber una primavera real, si no hay un invierno real. Solo disfrutan la primavera real los que han vivido a través de largos y tristes días y noches de nuestros inviernos norteños”.
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