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Adriana Lelión

LA BELLEZA DE LAS MARIPOSAS



La vida de las mariposas es tan efímera, ellas son frágiles y son simples gusanos transformados en insectos con sus bellas alas de colores. Así es nuestra vida, efímera, frágil, se puede extinguir en cualquier instante, solo somos como gusanos (Isaías 41:14); sin embargo, estamos siendo transformados de gloria en gloria en la misma semejanza del Señor.


“Por tanto nosotros todos, puestos los ojos como en un espejo en la gloria del Señor con cara descubierta, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor”. 2 Corintios 3:18


Las mariposas vistas desde un microscopio no son tan hermosas; no obstante, sus alas si lo son. Estas tienen unas escamas con aristas longitudinales que alteran la reflexión de la luz produciendo esos colores tan hermosos y tan llamativos. De la misma manera, nada de lo que somos viene de nosotros mismos, todo proviene de otra fuente de Vida, la belleza no nos pertenece, la belleza es de nuestro Señor Jesús (Ezequiel 16:14).

La mariposa que hace parte de mi logo y de mi página web, me recuerda cada día esto, que nada viene de mí, que nada soy en mi naturaleza, que todo es Él y que todo viene de Él, que lo que ve el Padre en mí es a Su Hijo, que estoy siendo transformada a la misma semejanza de mi Señor y que estoy caminando hacia la Estatura de la Plenitud de Cristo.


Las mariposas tienen un ciclo vital muy corto y muchas en sus fases de adultas no llegan a alimentarse, sino que destinan todas sus energías a reproducirse y simplemente mueren. Esto me recuerda que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto (Juan 12:24). El grano debe romperse y podrirse debajo de esa tierra para dar una nueva vida. La cáscara del grano de trigo es precisamente nuestra propia vida, nada en ella tiene poder ni puede producir fruto, ya sea por sus capacidades, aptitudes, talentos, dones y demás, no posee nada valioso, solo puede hallar su valor si refleja la Vida de Cristo.


Es imposible poseer la Vida de Dios y también la nuestra, solo una de las dos puede sobrevivir, si muere nuestra propia vida, recibiremos la Vida plena del Señor; tras una muerte, hay una nueva vida, una vida de resurrección. Cuando morimos a nuestros sueños, nacen los sueños de Él en nosotros; cuando morimos físicamente nacemos a otra vida; cuando morimos a nuestra voluntad, su voluntad es hecha en nosotros; cuando muere nuestra fuerza, nace la fuerza de Él.


Nuestra realidad como hijos de Dios es que nos estamos transformando paso a paso en la misma semejanza de nuestro Señor, no es solo un asunto de fe en Jesús en el exterior, es vivir por Cristo en el interior. Ya no vivo yo, ahora Cristo vive en mí (Gálatas 2:20).


Esa es nuestra unión con Cristo por medio de la fe, es lo que Él es, no lo que somos nosotros, somos aceptados por Dios por lo que es Cristo. Cada día vamos abandonando esta vieja naturaleza a medida que permanecemos en Cristo. Es aferrarnos a lo que Él es y dejar ir lo que somos nosotros, la gloria de Dios está en Cristo, si nos aferramos a Él, si nos ocupamos de Él, si permanecemos en Él, esa gloria estará allí.


“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permaneciere en la vid; así vosotros, si no estuviereis en mí”. Juan 15:4


Cuando una mariposa sale de su capullo, lo hace en un proceso que a nuestra vista está oculto y cuando vemos volar esas bellísimas mariposas, sabemos que hubo una transformación en lo oculto de la naturaleza; así mismo es el proceso de transformación de los hijos de Dios a la imagen de Jesús (Romanos 6: 4 – 6).

George Warnock dijo esto: Ella (Nueva Vida), todavía no ha sido vista por los ojos de los hombres, porque nosotros somos tejidos en los telares secretos de Dios. David meditaba sobre esto cuando dijo: «No fue encubierto mi cuerpo de ti, aunque yo fui hecho en secreto, y entretejido en lo profundo de la tierra» (Salmo 139:15 SEV). La palabra «entretejido» del pasaje, es la misma palabra que se emplea para describir la intrincada mano de obra de la fina labor del Bordador, cuando los hombres y las mujeres de Israel, llenos de la sabiduría de Dios, preparaban las hermosas vestiduras de los sacerdotes, vestiduras que Dios dijo que eran «para honra y hermosura» ".

Esta mariposa sale por un orificio muy estrecho, lo que supone que lo hace con mucho esfuerzo y con mucha dificultad, porque es esa dificultad lo que las fortalece, especialmente en sus alas, para luego poder volar. Dios tiene que quebrantarnos para que la luz de su Vida brille en nosotros, como aquellos cántaros de Gedeón con antorchas encendidas adentro. Mientras el Señor resplandece en nuestro interior, Su luz arranca toda tiniebla que todavía está en nosotros. Solo somos vasijas de barro que han de ser quebradas para que Su luz brille con fuerza.


La oruga da paso a la crisálida y cuando ya se ha formado la mariposa, ella rompe esta crisálida con mucho esfuerzo. Así es con nuestra transformación, se hace en medio de mucho dolor, de diversas pruebas y de grandes dificultades. No hay otra manera de hacerlo y el Señor lo sabe.


“…en dolor seréis sepultados”. Isaías 50:11


Nadie desea ser desnudado de su propia vida, nadie desea morir, ni mucho menos envejecer, nadie desea las adversidades o los sufrimientos, pero son tan necesarios para participar de su Vida. Yo no escogí ninguno de mis sufrimientos, Dios los eligió sabiamente para mí, Dios debe hacer un trabajo inmenso en nuestros corazones, por lo tanto, usará todas las circunstancias a nuestro favor para lograr sus propósitos. Lo único que podemos hacer unos por otros es orar que nuestra fe no falte.

“confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permanecieran en la fe, y enseñándoles que es necesario que por muchas tribulaciones entremos en el Reino de Dios” Hechos 14: 22


Nuestro Señor Jesús fue perfeccionado y aprendió la obediencia a través de su padecimiento, esto nos hace ver lo necesaria que es la aflicción. ( Hebreos 2:10, Hebreos 5:8).


Las mariposas vuelan libres, a unas velocidades de 48 kilómetros por hora y nos regalan ese maravilloso espectáculo de los colores de sus alas, no puedes atraparlas, solo dejar que ellas se posen en ti, vuelan felices de aquí para allá, disfrutan su corta vida.


Así que, mientras todo esto sucede en nuestras vidas por la labor de Dios, podemos disfrutar de su amor, podemos descansar en su cuidado, podemos gozarnos en su infinita misericordia, podemos ser felices en Él. Si pasamos nuestro tiempo lamentando nuestra ruin naturaleza, perderemos su gloria, Él hará su trabajo sin nuestro esfuerzo. Y cuando los demás vean nuestras alas de colores, sabrán que es la belleza de Él que se ha ido formando en nuestras vidas, nosotros seguiremos siendo simples gusanos.


Hasta la próxima,


Su amiga Adriana.


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