La vida de las mariposas es tan efímera, ellas son frágiles y son simples gusanos transformados en insectos con sus bellas alas de colores. Así es nuestra vida, efímera, frágil, se puede extinguir en cualquier instante, solo somos como gusanos (Isaías 41:14); sin embargo, estamos siendo transformados de gloria en gloria en la misma semejanza del Señor.
“Por tanto nosotros todos, puestos los ojos como en un espejo en la gloria del Señor con cara descubierta, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor”. 2 Corintios 3:18
Las mariposas vistas desde un microscopio no son tan hermosas; no obstante, sus alas si lo son. Estas tienen unas escamas con aristas longitudinales que alteran la reflexión de la luz produciendo esos colores tan hermosos y tan llamativos. De la misma manera, nada de lo que somos viene de nosotros mismos, todo proviene de otra fuente de Vida, la belleza no nos pertenece, la belleza es de nuestro Señor Jesús (Ezequiel 16:14).
La mariposa que hace parte de mi logo y de mi página web, me recuerda cada día esto, que nada viene de mí, que nada soy en mi naturaleza, que todo es Él y que todo viene de Él, que lo que ve el Padre en mí es a Su Hijo, que estoy siendo transformada a la misma semejanza de mi Señor y que estoy caminando hacia la Estatura de la Plenitud de Cristo.
Las mariposas tienen un ciclo vital muy corto y muchas en sus fases de adultas no llegan a alimentarse, sino que destinan todas sus energías a reproducirse y simplemente mueren. Esto me recuerda que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto (Juan 12:24). El grano debe romperse y podrirse debajo de esa tierra para dar una nueva vida. La cáscara del grano de trigo es precisamente nuestra propia vida, nada en ella tiene poder ni puede producir fruto, ya sea por sus capacidades, aptitudes, talentos, dones y demás, no posee nada valioso, solo puede hallar su valor si refleja la Vida de Cristo.
Es imposible poseer la Vida de Dios y también la nuestra, solo una de las dos puede sobrevivir, si muere nuestra propia vida, recibiremos la Vida plena del Señor; tras una muerte, hay una nueva vida, una vida de resurrección. Cuando morimos a nuestros sueños, nacen los sueños de Él en nosotros; cuando morimos físicamente nacemos a otra vida; cuando morimos a nuestra voluntad, su voluntad es hecha en nosotros; cuando muere nuestra fuerza, nace la fuerza de Él.
Nuestra realidad como hijos de Dios es que nos estamos transformando paso a paso en la misma semejanza de nuestro Señor, no es solo un asunto de fe en Jesús en el exterior, es vivir por Cristo en el interior. Ya no vivo yo, ahora Cristo vive en mí (Gálatas 2:20).
Esa es nuestra unión con Cristo por medio de la fe, es lo que Él es, no lo que somos nosotros, somos aceptados por Dios por lo que es Cristo. Cada día vamos abandonando esta vieja naturaleza a medida que permanecemos en Cristo. Es aferrarnos a lo que Él es y dejar ir lo que somos nosotros, la gloria de Dios está en Cristo, si nos aferramos a Él, si nos ocupamos de Él, si permanecemos en Él, esa gloria estará allí.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permaneciere en la vid; así vosotros, si no estuviereis en mí”. Juan 15:4
Cuando una mariposa sale de su capullo, lo hace en un proceso que a nuestra vista está oculto y cuando vemos volar esas bellísimas mariposas, sabemos que hubo una transformación en lo oculto de la naturaleza; así mismo es el proceso de transformación de los hijos de Dios a la imagen de Jesús (Romanos 6: 4 – 6).
George Warnock dijo esto: Ella (Nueva Vida), todavía no ha sido vista por los ojos de los hombres, porque nosotros somos tejidos en los telares secretos de Dios. David meditaba sobre esto cuando dijo: «No fue encubierto mi cuerpo de ti, aunque yo fui hecho en secreto, y entretejido en lo profundo de la tierra» (Salmo 139:15 SEV). La palabra «entretejido» del pasaje, es la misma palabra que se emplea para describir la intrincada mano de obra de la fina labor del Bordador, cuando los hombres y las mujeres de Israel, llenos de la sabiduría de Dios, preparaban las hermosas vestiduras de los sacerdotes, vestiduras que Dios dijo que eran «para honra y hermosura» ".
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