Hoy Dios susurró esta palabra a mi corazón. No han sido días fáciles de transitar y ya se siente el cansancio mental y físico. Pero, estoy feliz y agradecida por la forma que Dios ha obrado en este viaje de escribir un nuevo libro. Encontrar las extraordinarias formas de Dios en lo cotidiano es realmente grandioso. Solo hay que pausar, callar y observar con detenimiento lo que sucede dentro y fuera de ti. Su presencia llena todas las cosas en cada instante de nuestro diario vivir, solo hay que prestar atención a lo que Su Espíritu nos muestra de Cristo. Dios me llevó a 1 de Juan 5: 21: “Hijitos, guardaos de los ídolos”. Así no más, una frase de tan solo cinco palabras, pero con un profundo significado. Una última palabra antes de cerrar el primer libro de Juan. Cuando Juan escribió sus cartas, las personas habían perdido de vista al Señor y estaban ocupadas con algo más que no era el Señor Jesús. Y en este versículo observamos con que amor nos llama "hijitos", a nosotros sus hijos es dada esta palabra. El Señor sabe cuán inconstante es nuestro corazón, por eso nos pide que nos guardemos de los ídolos. Hay tantas cosas que quieren ocupar el lugar que solo le corresponde a nuestro Señor Jesús, hay otros amantes que quieren tener un espacio en nuestro corazón. Cada día estamos siendo seducidos por algo más, así sean cuestiones religiosas, sustitutos sutiles de Cristo que están tratando de llamar nuestra atención, los cantos de sirena del mundo que nos quieren atrapar en menos de nada. El Señor quiere tener el primer lugar o no tener ningún lugar, Él es todo o no es nada. ¡Qué celoso es nuestro Dios! ¡Y cuánto tiempo le toma a Él derribar esos ídolos de nuestro corazón! Dios nos corteja cada día como solo Él sabe hacerlo para que corramos en pos de Él. Dice Cantares 1: 4: "Atráeme en pos de ti, correremos". Con cuerdas de amor nos acerca a su corazón para que escuchemos sus latidos por nosotros. Cuántas veces hemos adorado y amado algo que no es Él, cosas tan bien enmascaradas que no las podemos ver, quizás adoramos la aprobación de los demás, nuestra reputación, fama, gloria de los hombres, nuestras finanzas, el éxito, la salud, las personas más cercanas en nuestra vida, nuestras concepciones, el servicio a Él, los dones, ministerios, profesión y tantas cosas más. Si el Señor nos atrae, correremos a Él de manera espontánea, no por obligación religiosa, no por cumplir un deber. Correremos tras Él porque hemos descubierto que su amor lo llena todo, sin importar los otros amantes que traten de conquistarnos. "Por el olor de tus suaves ungüentos (Ungüento derramado es tu nombre), por eso las doncellas te amaron" Cantares 1: 2. Correremos hacia Él porque el olor de su Vida Resucitada nos embriaga. El Señor tiene sus formas de revelarse a nuestras vidas cada día, para que lo amemos con el amor que Él nos ama y voluntariamente le permitiremos derribar en nuestro corazón todo lo que compite con Él. Señor, examina nuestro corazón, busca los ídolos que hay en nuestro interior, pruébanos y muéstranos lo que adoramos fuera de ti. Desnúdalos ante nuestros ojos y derríbalos. Atráenos en pos ti y correremos, canta tu canción de amor sobre nosotros y conquista nuestro inconstante corazón. Amén.
Hasta la próxima.
A.L
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