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Adriana Lelión

LA DERROTA DEL ORGULLO SALMO 34:18


Si hay algo que Dios debe combatir en nosotros, es el orgullo de nuestro corazón, esa es la raíz de todo lo demás. Los tratos de Dios están destinados a eso. La supremacía moral y religiosa desagrada profundamente el corazón de Dios y es tan pecado, como cualquier otro pecado moral.


Toda su vida, la élite religiosa de la época de Jesús, pasó diseccionando la ley, pero se perdieron de lo más importante, de Cristo, su orgullo espiritual los alejó de Él. Por eso el clamor de Jesús con lágrimas: "quise juntarte como la gallina a sus polluelos y no quisiste". Muchas de nuestras concepciones espirituales y religiosas nos hacen perder de vista lo único importante, conocerlo a Él.


Conocerlo a Él es más importante que todo lo demás, tanto que el Apóstol Pablo tuvo todo su conocimiento religioso por basura para alcanzar solo una cosa, el conocimiento de Cristo. Solo vaciados de sí mismos y quebrantados podremos conocer la plenitud de esa Vida, no es por adquirir conocimiento religioso, teológico, ni doctrinal, ni por asistir a reuniones interminables, tenemos que ser rotos por dentro y ser vaciados por completo para hallar a Cristo.


La inundación de Dios en nuestras vidas es Cristo y solo así hallaremos Su plenitud. Dios no nos dará nada que alimente nuestra carne y fortalezca la vida natural, así sea con cosas maquilladas como espirituales.


Jesús se vació a sí mismo, se humilló y tomó forma de siervo. El orgullo y la autosuficiencia deben ser socavados de nuestra vida para depender exclusivamente de Su vida y hallarlo a Él . Un corazón contrito y humillado no despreciará el Señor.

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