“Y le dijo aun el ángel del SEÑOR: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque ha oído el SEÑOR tu aflicción” Génesis 16:11
Al hablar de la empatía de Dios, siento que puedo guiarte también en la forma que puedes ayudar a alguien que sufre. No siempre sabemos qué decir o qué no decir o cómo actuar y es mejor aprender a hacerlo por la guía de Dios, para no terminar metiendo la pata.
Recuerdo que cuando sufrí mi pérdida, una amiga llegó ese día para acompañarme en la sala de la morgue del hospital; ella tomó mi mano, la apretó y guardó silencio. No trató de explicarme el asunto de la muerte, no me dio en la cabeza con versículos bíblicos, no me convenció de no llorar, no me dijo frases de cajón. Simplemente se sentó a mi lado y me dejó llorar, me acompañó en mi dolor. Y hasta el día de hoy recuerdo este gesto especial y empático, y estaré profundamente agradecida con ella por la eternidad.
Esto es lo mejor que puedes hacer por alguien que sufre un dolor o una pérdida.
Dios es el Dios de la empatía. A veces pensamos que el Señor está tan ocupado con los asuntos grandes del universo, que nuestros asuntos son olvidados y no son tenidos en cuenta. Pero, al Señor nunca se le pasa nada desapercibido, Dios todo lo ve y todo lo sabe, Él comprende tu dolor, sea cual sea.
La historia de Agar es una de mis preferidas, Agar era una mujer afligida. No se le había muerto nadie, pero sufría las humillaciones de su ama Sara. Estaba embarazada de un hombre que no la amaba, que no era su esposo y era humillada constantemente, solo por obedecer el mandato de su ama. Su situación no era fácil, ella no buscó esto. Agar se convirtió en esclava de Sara, así que ella tenía el derecho legal de hacer con ella lo que le pareciera. Cuando pasan cosas difíciles en nuestra vida, siempre tendemos a pensar que la vida es injusta con nosotros.
Así que, Agar no le quedó más remedio que huir. ¿No les ha pasado que a veces queremos huir de los problemas, queremos que se abra la tierra y nos trague, vemos el panorama tan gris, que no encontramos la salida a nuestras situaciones? Agar huyó de la casa de sus amos Abraham y Sara. Su dolor era grande, pero no le era permitido huir, era una esclava. Sara la afligió y ella huyó de su presencia. ¿A dónde podría ir?, ella se fue al desierto. Cuando el dolor llega al corazón se siente como habitar en un desierto; el dolor es el precio que pagamos por amar a otros, si no doliera, entonces nuestra existencia no tendría sentido.
El duelo es el proceso que atravesamos ante una pérdida, es la adaptación a la vida después de que hemos perdido a alguien. Existen muchos duelos, el más común y doloroso es la pérdida de un ser amado; también existe el dolor de perder la juventud, todos y cada uno de nosotros debemos adaptarnos a los cambios que trae el paso de los años y para muchas personas esto no es fácil; la pérdida de la salud o un divorcio, este es otro tipo de dolor que también es agudo; la partida de los hijos del hogar, lo que llaman los expertos como el síndrome del nido vacío; son muchos los duelos, así que, son muchas las experiencias de dolor, y no se puede despreciar un dolor, no hay grande o pequeño, cada uno de nosotros experimenta sus dolores y son importantes para cada quien.
Sin embargo, allí en ese desierto el Señor la encontró, porque nuestro Dios es empático, ve nuestro dolor, no se le pasa desapercibido, Dios demostró su tierno cuidado con Agar, era una mujer embarazada y sola en el desierto, y el ángel del Señor se le apareció en su desierto y le preguntó de dónde venía y para donde iba; Dios todo lo sabe, pero anhela que se lo contemos, que le hablemos de nuestro dolor, de nuestra aflicción, Él simplemente escucha y tú hablas. Esto es lo mejor que puedes hacer por alguien que sufre, escuchar.
Dios le dijo que el nombre de su hijo sería Ismael, porque Dios había escuchado su aflicción, ¡qué bueno es nuestro Dios! Él nos escucha. Esta mujer vio al Señor, vio sus espaldas. La segunda persona que vio las espaldas de Dios fue Moisés, ahora ya sabes cuánta misericordia el Señor tuvo con Agar, ella fue amada, Dios la vio, no pasó desapercibida, a pesar de que no era hebrea, era egipcia; para el Señor no pasamos desapercibidos, nuestro dolor le importa al Dios del universo. Ella vio al Señor y recibió su promesa, por eso llamó al pozo en donde se encontró con Dios “Pozo del Viviente”, llamó al Señor “Atta roi” el Dios de la vista. Es la primera mujer en Las Escrituras que nombra a Dios “El Roi”. Sus ojos se abrieron y vio que Dios la cuidaba, que no pasaba inadvertida, que no era olvidada, nombró a Dios “el Dios que me ve”, ¡qué revelación más hermosa que recibió Agar en su dolor!; es en el sufrimiento que recibimos las grandes revelaciones de Dios, muchos quieren las revelaciones de Dios, pero no quieren el desierto.
Acordémonos de Daniel, él trabajaba por el propósito de Dios, pero sus enemigos querían matarlo y su respuesta a la oración fue su sentencia de muerte; a veces no esperamos ese tipo de respuestas a nuestras oraciones. La revelación nunca nos llegará sin que haya presión por todas partes, muchos quieren grandes revelaciones de parte de Dios; sin embargo, no quieren el foso de los leones, pero la profundidad de una revelación es medida por la profundidad de nuestros sufrimientos.
Dios ve tu dolor sea cual sea, no es indiferente, díselo, corre a sus brazos y Él te consolará, Dios es el Dios de la empatía, ¿acaso no te acuerdas que lloró por Lázaro, lloró por Jerusalén?, el Dios del Cielo llora contigo.
Y si un amigo o un familiar sufre, lo mejor que puedes hacer es estar a su lado, escucharlo y solo acompañarlo en silencio, no necesitas decir nada, no te inventes frases, abrázalo si te lo permite, comparte su dolor, no digas que lo sientes si realmente no lo sientes, ora en silencio por ella o por él, no le des consejos, no hay cosa más antipática que dar consejos cuando no se han pedido, ella o él te lo agradecerá algún día.
Que Dios te dé la empatía para acompañar al que sufre como si fueras tú el que está sufriendo y recuerda, el Señor no te ha olvidado, Él te ve, Él está ahí para ti, Dios es el Dios de la empatía.
Señor te pido por aquella persona que está sufriendo en este momento, por esa persona que ha perdido a un ser amado, tú no la has olvidado, tú tienes en cuenta su dolor y su aflicción, dale la fuerza que necesita para seguir adelante sin su ser amado, para encontrar las alegría en este momento, así las cosas sean difíciles , muéstrale tu amor y que estás ahí para ella o para él, sé “el Dios que me ve, El Roi” para esa persona y permítele encontrarte en medio de su desierto, tú eres el pozo de agua viva, dale agua para beber y consuela su dolor, y enséñanos la empatía, enséñanos a acompañar a otros y a consolar como tú nos has consolado. Amén.
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