Sé que mi problema de rodilla avanza, algún día tendré que ser sometida a la cirugía de cambio de rótula. Esta dificultad comenzó por allá en el año 2000 con un simple dolor y fue aumentando poco a poco. Cuando se inflama me duele mucho y me hace cojear.
Y cuando estoy cojeando, me acuerdo de Jacob. No sé qué cara habrá hecho su familia cuando él llegó, se fue caminando bien y ahora el muslo lo tenía dislocado. Jacob tuvo una cojera de por vida, una que le recordaría su debilidad y le mostraría la fuerza y la grandeza de Dios. Si algo hace el Señor es volvernos cojos. Nuestra cojera es una demostración de la gracia de Él en nosotros.
Como dijo humildemente el Apóstol Pablo: “No que ya lo haya alcanzado…”. Pablo no se creía completo ni perfecto, él estaba asido de Cristo para alcanzar el premio del soberano llamamiento. Cojo, débil, pero con un deseo enorme de proseguir al blanco, para ser reducido por completo a Cristo. (Ver Filipenses 3: 12 – 14).
No somos infalibles, no somos perfectos, en nuestro viaje espiritual fracasaremos muchas veces y necesitamos depender cada día de la Vida de nuestro Señor Jesús. Él es nuestro bastón. Todavía cojeamos en muchos asuntos y Él tiene que ir tratando nuestro corazón poco a poco. Los aguijones son permitidos por Dios para que nuestra dependencia esté en Cristo y no en nuestras propias fuerzas, capacidades o saberes doctrinales.
Somos simples vasijas de barro para que la grandeza del poder sea del Señor, no nada nuestro (ver 2 Corintios 4: 7). Somos personas quebrantadas, imperfectas, vasos chuecos para que la gracia del Señor sobresalga en medio de toda esa imperfección, para que el mundo vea que nada proviene de nosotros, que todo es de Él.
Nuestra vida cristiana se trata de la cojera, por eso no podemos creernos el cuento de ser mejores que los demás, de creernos muy espirituales, porque nada es nuestro, todo depende de Él. Un cojo necesita a veces de otros, necesita de su bastón, y nosotros como cojos necesitamos de nuestros hermanos en Cristo y más allá estamos necesitados cada día del poder de Su Espíritu Santo en nuestra vida, necesitamos de su gracia que llega para hacer en nosotros lo que ninguno podrá hacer en sus propias fuerzas.
Debemos ver la vida cristiana con visión de un cojo, ver a los demás desde la perspectiva de un cojo, ver las experiencias de nuestra vida y las dificultades como cojos, y así como Pablo gloriarnos en nuestra debilidad porque es en ella que vemos la potencia de Cristo. ( Ver 2 Corintios 12: 9).
En mi caminar con el Señor he cometido muchos errores, me he equivocado tantas veces, he fracasado, desobedecido, soy coja y solo puedo asirme de mi bordón que es el Señor para lo que falta de mi jornada, necesito a Cristo, necesitamos cada día a nuestro Señor Jesús. Dios no me usa a causa de mi perfección, porque lejos estoy de serlo, Dios me usa por su gracia maravillosa e inmerecida. ¿Acaso el pollino que llevaba a Jesús podría pensar que los loores eran para él?, de ninguna manera, los honores eran para Aquel que iba encima de él. Que vivamos nuestro servicio al Señor con corazón y perspectiva de cojos para no estar por encima de nadie ni juzgar a ninguno.
Ser cristianos es ser cojos, es estar crucificados con Cristo, ya no vivimos nosotros, vive Él. Este el objetivo de los tratos de Dios en nuestras vidas, volvernos cojos para que Cristo aumente y nosotros disminuyamos. Al final nada quedará de nosotros y todo será Él.
Bienvenido (a) a la familia de los que cojean. Que dependamos de las fuerzas de nuestro Señor Jesús, que su gracia sea nuestro único bastón.
Hasta la próxima.
A.L.
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