¡Qué difícil es esperar! Y cuando deseamos que las cosas pasen rápido y que nuestras oraciones sean contestadas ipso facto, Dios parece demasiado lento.
Esto me recuerda a María de Nazareth. José quería dejarla, huir, para protegerla de la vergüenza, pero ella no le rogó que se quedara, no le insistió que era obra de Dios su embarazo, no tomó en sus manos esta carga, simplemente la soltó y guardó estas cosas en su corazón. Ella supo estar quieta y esperar al Señor.
A veces deseamos correr detrás de lo que creemos que es la respuesta de Dios, creemos que podemos conseguir mejor las cosas de lo que Dios podría hacerlo. Cuando quiero una respuesta rápida por parte de Dios, me digo a mí misma: "soooo, espera, caballito desenfrenado, so so, espera, aguarda, no te apresures".
Detenernos es lo mejor, aguardar al Señor en espera de su respuesta providencial, entregar en sus manos aquello que esperamos que suceda. A veces preferimos tomar la delantera y agarrar nuestra provisión, que esperar la provisión de Dios.
Como escribió Jennifer Dukes Lee:
"La prisa es el enemigo de la belleza" .
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