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Adriana Lelión

LA GRAN PRUEBA DE ESPERAR


¡Qué difícil es esperar! Y cuando deseamos que las cosas pasen rápido y que nuestras oraciones sean contestadas ipso facto, Dios parece demasiado lento.


Esto me recuerda a María de Nazareth. José quería dejarla, huir, para protegerla de la vergüenza, pero ella no le rogó que se quedara, no le insistió que era obra de Dios su embarazo, no tomó en sus manos esta carga, simplemente la soltó y guardó estas cosas en su corazón. Ella supo estar quieta y esperar al Señor.


A veces deseamos correr detrás de lo que creemos que es la respuesta de Dios, creemos que podemos conseguir mejor las cosas de lo que Dios podría hacerlo. Cuando quiero una respuesta rápida por parte de Dios, me digo a mí misma: "soooo, espera, caballito desenfrenado, so so, espera, aguarda, no te apresures".


Detenernos es lo mejor, aguardar al Señor en espera de su respuesta providencial, entregar en sus manos aquello que esperamos que suceda. A veces preferimos tomar la delantera y agarrar nuestra provisión, que esperar la provisión de Dios.


Como escribió Jennifer Dukes Lee:

"La prisa es el enemigo de la belleza" .

La respuesta que María esperaba, llegó pronto, pero hay respuestas que se demoran meses y a veces muchos años. En su tiempo Dios envió su ángel en sueños a hablar con José.


Esperar es una gran prueba cuando Él se siente lejano, cuando creemos que nos ha abandonado a nuestra suerte. Sin embargo, es en esa espera que se forja nuestro carácter, nos prueba para hacernos hombres y mujeres de temple.


En la espera maduramos, crecemos y aprendemos a depender de Él. En la espera abrazamos el proceso de Dios que hará de nosotros las personas que Él quiere que seamos. ¿Cómo el Señor va a formarnos en la paciencia y a fortalecer nuestra fe, si no nos hace esperar? Esto me lo repito una y otra vez mientras espero.


Hay oraciones que se han hecho por años y no han sido respondidas, la respuesta de María llegó rápido, pero quizás a las nuestras les toque esperar un poco más.


Mientras esperamos, ¿lloraremos?, sí muchas veces;¿refunfuñaremos?, sí, muchas más; ¿pelearemos con Dios?, de pronto, de vez en cuando, pero aprendemos a aguardar al Señor.


No podemos afanar a Dios porque perderíamos la belleza del proceso del crecimiento. Perderíamos la oportunidad de dejarnos sorprender por Él. No es en nuestro tiempo, es en el de Él y mientras esperamos, Cristo se forja en nosotros.


Eso que hemos aprendido al leer Las Escrituras, al escuchar predicaciones o sermones, eso que hemos leído en diferentes libros, se tiene que forjar y hacer vida en nosotros. Esto no se trata de doctrinas o teología, se trata de Vida y el Señor forja en nosotros Su Vida en nuestras largas o cortas esperas.


"Mi parte es el SEÑOR, dijo mi alma; por tanto a él esperaré. Bueno es el SEÑOR a los que en él esperan, al alma que le buscare. Bueno es esperar callando en la salvación del SEÑOR". Lamentaciones 3: 24 - 26.


Hasta la próxima.


AL

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