top of page
Adriana Lelión

LA MEDIDA DE CRISTO


“…había enviado a un hombre delante de ellos, José, que fue vendido como esclavo. Sus pies estaban heridos con grilletes; su cuello fue puesto en un collar de hierro; hasta que se cumplió lo que había dicho, la palabra del Señor lo puso a prueba”. Salmo 105: 17 – 19 ESV

José no supo lo que el Señor estaba haciendo, solo hasta el final entendió el propósito de Dios con Él en sus duras circunstancias.

El Señor nunca nos dice lo que está haciendo en nuestras vidas, cuando nos está llevando a través de experiencias oscuras, difíciles y a veces hasta solitarias e injustas. Él no nos da ninguna explicación y este es el desafío a nuestra fe.

El Señor se reserva el derecho de guardar silencio, porque al final será todo para Su gloria. El Dios de José es nuestro Dios y eso nos da la seguridad de que Él sabe lo que hace, así no lo comprendamos al comienzo.

José estaba en una posición muy difícil, su impotencia ante esas circunstancias era muy grande, sus grilletes eran pesados. José no movió un dedo para salir de ahí, así como nuestro Señor Jesús que como Cordero fue llevado al matadero, por lo que padeció aprendió la obediencia, el sufrimiento fue Su escuela, una de la cual es imposible huir si nos convertimos en Sus hijos.

José fue olvidado por el maestresala de Faraón, fue defraudado por él, el panorama se veía oscuro; no me puedo imaginar el sentimiento del corazón de José, estaba olvidado y abandonado. Solo Dios podía darle la libertad.

Dios lo hizo para bien y es imposible entender esto con nuestra mente carnal, que Dios haga estas cosas para nuestro bien; cuando uno se enfrenta a circunstancias difíciles, uno no puede entender como esto va a obrar para bien.

José se encontró con Dios en sus circunstancias. Cuando escribo esto recuerdo las tantas veces que esperé al Señor en tantos momentos difíciles y que lo sigo esperando, tantas preguntas sin respuestas, tantos diagnósticos médicos que entristecían el corazón, tantas frustraciones e impotencias me rodeaban y el Señor se encontró conmigo en esos momentos, momentos de dolor y decepción fueron llegando a mí uno a uno y sin embargo Dios me encontró en el camino, en mis horas más oscuras el Señor fue mi estandarte, Su bandera sobre mí fue amor, me sacó de la desesperación y puso mis pies sobre peña, la obra del Señor es lenta, pero certera.


Atraernos a Él es Su meta y solo en esos momentos corremos a los brazos de Dios, lamentablemente cuando los tiempos son buenos y agradables, el ego se nos crece; sin embargo, es en los momentos más angustiantes que conocemos al Señor, que conocemos quiénes somos en nuestra vieja naturaleza y quiénes son los que nos rodean, las profundidades de Dios las alcanzamos en el abismo de nuestro sufrimiento.

José no buscó ayuda humana, él espero al Señor; Dios se olvidó del asunto hasta que la autosuficiencia de José fue acabada y su dependencia en Dios fue total. Sí, se cumplirían sus sueños, pero no a su manera, la palabra del Señor lo puso a prueba.

José entendió que su fuente de esperanza era Él y es lo que Dios quiere que aprendamos, Él es la fuente inagotable de nuestra esperanza, es un manantial que fluye y no se seca, Dios tiene que romper nuestra esperanza en las personas, en nuestro esfuerzo, en los recursos y en todo lo demás para que aprendamos a depender y a esperarlo a Él, Su obra se hará a Su manera en nosotros; cuánto tuvo que esperar José, días enteros, horas, minutos, hasta que el Señor actuó y obró a Su manera a su favor y en favor de muchos. Obró aun a esos hermanos envidiosos que lo vendieron y que dijeron a su padre que estaba muerto.

“Así pues, no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me ha puesto por padre del Faraón, y por señor de toda su casa, y por enseñoreador en toda la tierra de Egipto”. Génesis 45: 8

“Vosotros pensasteis mal sobre mí, mas Dios lo pensó por bien, para hacer lo que vemos hoy, para dar vida a mucho pueblo”. Génesis 50: 20

A veces el camino no está claro para nosotros, hay mucha niebla y lo único que podemos hacer es confiar en Dios, la niebla se disipará y el sol brillará con mayor resplandor.

“¿Quién hay entre vosotros que tema al Señor, que oiga la voz de su siervo, que ande en tinieblas y no tenga luz? Confíe en el nombre del Señor y apóyese en su Dios.” Isaías 50:10


No es verdad que el Señor nos haya abandonado a nuestra suerte, Él todavía tiene el control. José no estaba solo, el Señor estaba con él. Ese grito que estremeció el cielo y la tierra: “en tus manos encomiendo mi espíritu”, es el grito del Hijo que sabía que le pertenecía a Su padre y que todo estaba bajo Su control, y ese es el grito de nosotros también, para que creer que el Señor está con nosotros en la espera, en las horas de sufrimiento.

El entrenamiento de José era para gobernar y nuestro entrenamiento, ¿será en vano?, no, no será en vano, será para el aumento de Cristo en nosotros, para llegar la madurez del Hijo de Dios, a Su estatura, para gobernar con Él, si así Él lo quisiere.

Y no hay otra manera de hacerlo, no existe un camino fácil para nosotros, la puerta estrecha nos espera. Hay hambre espiritual en el mundo, la gente tiene hambre de una palabra limpia, no mezclada con las doctrinas de los hombres, de las denominaciones y religiones, y solo llevados a un entrenamiento del Señor podremos ser esos José que Él necesita, solo cuando Cristo ha aumentado y se ha forjado, los demás podrán verlo a Él en nosotros.

La pregunta que debería movernos el corazón es: ¿Cuánto de Jesús tenemos?, no es que vean las buenas personas que somos o los buenos cristianos que somos, porque aun nada bueno de nosotros sobrevivirá al fuego, solo lo que es de Cristo debe ser hallado en nosotros, ese es el objetivo de Dios con Su escuela, con Su entrenamiento, con Su espera.

Cuánta de la fe de Jesús necesitamos para creer que lo que el Padre está obrando y lo que obrará es a nuestro favor, con un solo propósito, para llevarnos a la medida de Su Hijo.

Sin embargo, cuando la medida de Él es pequeña, hay duda, miedo, muerte, debilidad, limitación, derrota, fracaso, incapacidad de levantarnos, de seguir adelante a pesar de todo, seguimos luchando con cosas por años, cosas que han debido ser rendidas hacía mucho tiempo, pero siguen ahí, porque simplemente no hemos disminuido y Cristo no ha aumentado, Su medida en nosotros sigue siendo muy pequeña.


Necesitamos urgentemente ese aumento de Él en todas las áreas de nuestra vida, poseemos Su gracia, Su vida, Su fuerza para soportar cualquier dificultad que estemos afrontando en estos momentos, el Señor nos está encerrando en Sus prisiones, nos está poniendo grilletes, está probando Su palabra en nosotros con el propósito de aumentar esa medida, lo tenemos a Él en medio de cualquier horno de aflicción.

Todas estas pruebas arrancarán lo que no es de Él en nuestras vidas, Cristo debe ser formado en nosotros con urgencia, Él debe crecer y nosotros debemos menguar.

Señor que tu medida sea hallada en nosotros al final de nuestros días, que nada nuestro sobreviva al fuego de la prueba, necesitamos tu fuerza para soportar lo que venga de parte tuya para nuestro entrenamiento, que entendamos que todo obra en nosotros para tu gloria, ayúdanos Señor y ayuda a aquellos que leen estas letras en las luchas que están enfrentando, si están todavía en tus prisiones que no falte tu fe en ellos y tu fuerza para creer que todo obrará para bien, aunque vean la niebla, detrás de ella está la luz de tu vida, enséñanos a esperarte a ti, al final entenderemos tus propósitos en todas las cosas. Amén.

“Hijitos míos, que vuelvo otra vez a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros…” Gálatas 4:19

“A él conviene crecer; a mí, ser disminuido” Juan 3:30

Comments


bottom of page