Nuestra naturaleza religiosa siempre quiere tomar lo divino y construir algo terrenal alrededor de ello, quiere crear un nombre, ponerle su toque personal, --hagamos tres enramadas--, le dijo Pedro al Señor. No podemos encerrar al Señor dentro de nuestras concepciones y actividades religiosas.
Dios no quiere nada de nosotros para avanzar en su reino. Sí, tenemos una misión por cumplir, un propósito para el cual fuimos creados, pero va más allá de nosotros mismos, es algo que no nace de nosotros, ni se prolonga sin Él. Él hacer las cosas a nuestra manera le roba la gloria a Dios, le quitamos la oportunidad de mostrar sus maravillas en medio de nosotros.
Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir. Éxodo 3: 20
El Señor no quiere nuestros recursos, ni nuestras buenas ideas, ni nuestras fuerzas, ni nuestras capacidades, ni nuestros programas, Dios quiere un pueblo que se rinda a Él, que le sirva con su fuerza, con sus recursos, con sus capacidades, en la vida de Cristo.
El Señor solo nos pide caminar con Él como lo hizo Enoc. Dios desea que dependamos de su gracia para cada día, como ese maná que llegaba del cielo diariamente. Dios está interesado en nuestros corazones y en su aumento en nuestra vida, no en las actividades que hagamos para Él.
Toma tiempo para Dios hacer que todo interés personal muera en nosotros y que el Señor Jesús se convierta en la Única razón. Y la cruz hará esta labor en nuestras vidas. Recordemos el tiempo que le tomó a Dios vaciar a Moisés. Y como dijo Austin Sparks: "Nunca nos engañemos en una falsa satisfacción porque Dios da alguna bendición". El vaso debe ser vaciado y la zarza de nuestra vida natural debe ser quemada.
María de Betania descubrió y eligió la mejor parte, a ella siempre la encontramos a sus pies. Y cuando nosotros lo hagamos también, dejaremos que Él haga a través nuestro lo que Él escogió para nosotros desde el comienzo.
Pero sólo una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será quitada. Lucas 10: 42
Dios bendice lo que nace de Él, no lo que nace de nosotros. El camino al progreso espiritual, a la fecundidad en el Señor, está en la rendición y en nuestra entrega absoluta a su gobierno en nuestra vida.
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