No he escrito mucho en estos días, la debilidad y la tos no me dejan, aunque ya me siento un poco mejor, pero esta enseñanza la tenía guardada y el Señor me guio a terminarla y a compartirla.
“He aquí, la hora viene, y ya es venida, que seréis esparcidos cada uno por su cabo, y me DEJARÉIS SOLO; más NO ESTOY SOLO, porque el PADRE ESTÁ CONMIGO” Juan 16: 32
Horas angustiantes las de nuestro Señor, momentos de dolor extremo, en su última hora se quedó solo, pero Él ya lo sabía, Él sabe todas las cosas antes de que sucedan; todos sus discípulos fueron esparcidos, uno de ellos lo entregó y luego se suicidó, solamente quedó Juan, su madre y otras mujeres a su lado. Quedarnos solos en momentos de angustia y de dolor es de las cosas más difíciles y duele más cuando los que nos abandonan son gente que dice amarnos. Esta era una hora crucial para nuestro Señor y ellos se acobardaron y lo dejaron; acompañar a otros es de valientes y solo unos pocos aceptan esa misión, pero todo estaba dentro de los planes del Señor. Si el Señor está haciendo algo en nuestros corazones, si nos está llevando cada vez más profundo en Su vida, nuestro camino será muchas veces solitario.
Podemos sentir la soledad de muchas maneras, podemos estar rodeados de mucha gente; sin embargo, sentirnos solos. Quizás por alguna experiencia interna que estamos viviendo, por alguna situación que no podemos compartir con otros y nos toca llevarla en solitario, pueden ser muchas las formas que podamos sentir la soledad y esto se convierte en nuestro desierto.
Recuerdo la escena del Getsemaní en la película de Mel Gibson, esa escena me impactó cuando la vi, Satanás rondaba a Jesús mientras Él postrado oraba a Su padre, la realidad siempre superará la ficción, pero creo que la escena capturó un poco ese momento. No eran horas fáciles, Él estaba luchando con su alma, una lucha a muerte, estaba cediendo Su voluntad a la voluntad de Su Padre, estaba aceptando el costo de muerte y de muerte en la cruz: “Pasa de mí esta copa, pero que no se haga como yo quiero, sino como tú quieres”.
Satanás siempre es experto en mentiras y engaños, por eso el Señor dijo que él es el padre de la mentira, siempre está tratando de traer sus mentiras al terreno del Señor y así como apareció con sus mentiras en el desierto, también estaba trayendo sus mentiras al huerto de Getsemaní, él es experto en decirnos que estamos solos, que Dios nos ha olvidado. Sin embargo, nuestro Señor Jesús sabía que no estaba solo, Él sabía que su Padre estaba con Él.
Así que, no estamos solos, el Señor está con nosotros, hacemos parte de un Cuerpo, alguien allá afuera está orando por nosotros, aunque no lo sepamos y estará dispuesto a acompañarnos en esos tiempos.
Por ejemplo, escribir es un camino solitario, sin embargo, he visto como Dios siempre trae a alguien para apoyarme y orar por mí mientras escribo, esto siempre lo agradezco profundamente.
Pero, si hay un tipo de soledad que el Señor permitirá cuando hay algo de Él que se está formando en nosotros, es una materia en su escuela que debemos aprender. Nuestro Señor Jesús es nuestro ejemplo, Él pudo enfrentar muchas situaciones difíciles porque conoció el valor de la soledad. El Señor permite los tiempos de soledad en nuestra vida para tratarnos y que corramos a Él. Podemos estar rodeados de muchas personas, pero en el interior sentirnos solos, y a veces esto lo permite el Señor para atraernos más profundo a Su presencia. No necesariamente tenemos que estar solos sin nadie a nuestro alrededor. A veces la soledad se experimenta de manera interna.
Es en los tiempos de soledad donde hay crecimiento, hay madurez, echamos raíces y nos afirmamos en la vida con el Señor, Dios nos envía a la soledad porque es allí donde encontramos en mayor profundidad a Jesús, es allí donde podremos conocer más de sus caminos. Es cuando hay menos apego a los demás, conocemos los brazos maravillosos de Jesús que nos acogen. En el fuego de la soledad vemos a Dios de una manera diferente y más profunda. Nuestro Señor les dijo: “tranquilos, no estoy solo, el Padre está conmigo”, esta es nuestra confianza y nuestra esperanza, que no importa cuántos nos dejen en el camino, el Señor está con nosotros.
“Porque mi padre y mi madre me han abandonado, pero el Señor me acogerá”. Salmo 27:10
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Salmo 73:25
A veces el viaje en solitario vale la pena y es necesario. El Señor sabe de nuestra fragilidad humana y por eso su amor nos atrae hacia Él mismo, el Señor desea un corazón dispuesto para Él, por eso permitirá estos tiempos en nuestras vidas con ese propósito.
Cuántas veces deseamos ser consolados por los demás; sin embargo, el Señor debe quitar nuestra dependencia de otros para que aprendamos a depender de Él, a oír Su dulce voz en el interior de nuestro corazón, a depender solo de Aquel que en todas las circunstancias puede consolarnos mucho más (ver 2 Corintios 1:3 – 5).
¡Qué maravillosa dependencia de Jesús en su Padre! “NO ESTOY SOLO, EL PADRE ESTÁ CONMIGO”. Qué podamos conocer y experimentar esta maravillosa dependencia en Él a través de Su vida en nosotros. Es por esto que a veces el Señor tendrá que cortar todo recurso humano, pues es un peligro buscar ayuda cuando el Señor no nos ha dicho que lo hagamos; por eso a veces nos deja muy desilusionados de los demás, para que no corramos tras otros, sino tras Cristo.
Jesús no podía apoyarse en ninguno de sus discípulos, pues Él conocía el carácter inconstante de la naturaleza humana, su apoyo era Su Padre. Dios permitirá que pasemos por múltiples situaciones a lo largo de nuestra vida en las que nos sentiremos solos de una o de otra forma, para que experimentemos Su compañía de la misma manera que nuestro Señor Jesús la experimentó, para que sepamos que no estamos solos, el Padre está con nosotros.
Dios nos atrae a Él en la soledad, Dios siempre nos encuentra en esos instantes y en esos lugares solitarios. El Padre nos ama con amor eterno y está con nosotros a través de Su Hijo Jesucristo.
Todo siervo de Dios, todo hijo de Dios ha experimentado y experimentará la soledad de alguna manera.
“En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta”. 2 Timoteo 4:16
“Has alejado de mí al compañero y al amigo; mis amistades son las tinieblas”. Salmos 88:18
“Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR”. Job 1:20-21
“¿Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz {como} hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! No he prestado ni me han prestado, {y} todos me maldicen”. Jeremías 15:10
“Y él respondió: He tenido mucho celo por el SEÑOR, Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. He quedado yo solo y buscan mi vida para quitármela”. 1 Reyes 19:10
Pero, si de algo podemos estar seguros, es que: “Ciertamente consolará el SEÑOR a Sion, consolará todas sus soledades, y tornará su desierto como paraíso, y su soledad como huerto del SEÑOR; se hallará en ella alegría y gozo, confesión y voz de cantar”. Isaías 51: 3
Que el Señor te encuentre y tú lo encuentres a Él en tus lugares solitarios. No estás solo, el Padre está contigo a través de nuestro Señor Jesús. Él no nos dejó huérfanos, Su Espíritu es el Consolador de nuestra alma.
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