Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen…Juan 10:27
Cuenta la leyenda que un día un caminante pasó por un verde prado de una pequeña aldea del camino y observó las ovejas y al pastor de ellas. De pronto el pastor le quebró la pierna a una de sus ovejitas; el visitante extrañado, le pareció muy cruel este hecho y se fue corriendo enojado a hacerle el reclamo al pastor, este le gritó indignado: ¿Por qué eres tan cruel?, ¿Por qué le haces esto a tu oveja? Y el pastor con un tono de voz suave, pero firme, le dijo: “Esta oveja es rebelde y debí partirle su patica, ella seguirá pataleando hasta que entienda que no puede hacerlo más, su patica sanará; sin embargo, será la más obediente de todas”.
La obra profunda de la cruz es nosotros hace que seamos doblegados hasta el punto de oír Su voz y seguirle por donde Él vaya. ¡Cuánta de esa obra necesitamos! ¡Cuánta de Su disciplina es necesaria para llevarnos al final de nosotros mismos, de nuestras fuerzas y de nuestra voluntad terca y desobediente!
Las ovejas oyen Su voz, son Sus ovejas, oyen la voz de su Pastor y le siguen, no porque sean obedientes en su propia naturaleza, sino porque el Pastor ha aplicado Su corrección. Ellas son obstinadas y siguen su propio camino, ellas ignoran constantemente a su Pastor. El Pastor tiene como objetivo ardiente hacer que se mantengan cerca de Él para que no sean devoradas.
La cruz obra Su disciplina en nuestro corazón, para hacernos sumisos y dependientes de Él, porque en cualquier momento podemos desviarnos.
¡Qué gran obra la de Él! Esto es a Sus ovejas, las cabras ya son otro cuento.
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