REGALOS INESPERADOS
- Adriana Lelión
- 10 jun 2022
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 1 mar 2024

“Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día. Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4: 16 – 18
Hace ocho días murió de cáncer mi amiga Martica Jaramillo, ella era mi mano derecha en todo lo de mis libros. Una amistad que nació entre correcciones, diagramaciones y ediciones. Una mujer entregada al Señor de forma absoluta y que lo amó hasta su último aliento. Siempre vi su fe en el Señor mientras luchaba con su enfermedad, en su rostro se veía un gozo y una paz absoluta. Una confianza en el Señor obtenida en el rigor de esta batalla y quizás en medio de muchas preguntas, de negaciones y de grandes momentos de incertidumbre. Porque si algo sé es que nuestra confianza en el Señor se fortalece en medio de los más recios combates de nuestra vida, en medio del dolor y de las circunstancias más difíciles. Aceptar la voluntad de Dios es una pelea que se libra en el interior de nuestro ser, es una muerte lenta a nuestra voluntad y a nuestros deseos, y esto no es fácil.
Hace un mes fui a verla y nos despedimos como se despiden los amigos que se aman y que están agradecidos el uno con el otro, ambas nos dijimos que nos queríamos mucho, algo que ella no hacía comúnmente, pues ella no era tan expresiva, ella expresaba su cariño de otras maneras, con detalles y no con palabras. Pero, ese día me dijo que me quería, ahí supe que su partida estaba próxima. Le llevé las flores que más le gustaban, los lirios. Y alcancé a decirle que el próximo libro estaría dedicado a ella. Cuando su pronóstico ya no fue favorable solo me dijo que deseaba que Dios hiciera su voluntad fuera la que fuere. Si algo hace Dios a través de las pruebas en nuestra vida es que aprendemos a rendirnos y aceptar su voluntad, algo que nace en profunda agonía como lo vivió nuestro Señor Jesús en el huerto de Getsemaní.
Martica murió el 3 de junio y el 13 de junio cumplía años, siempre celebrábamos juntas nuestros cumpleaños. Su funeral fue muy bello, lleno de esperanza, de agradecimiento. Las palabras de su cuñado nos recordaron que solo es una separación temporal, que Martica resucitará y que solo ha cambiado de morada, que nos volveremos a ver. Nuestra esperanza está en el Señor, viviremos eternamente con Él, porque hemos creído en Él, aquí no termina todo, esta es nuestra confianza.
Había un cuadro en su funeral que a ella le gustaba mucho con el siguiente versículo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” Juan 10: 27. Y ella oyó la voz de su Pastor y le siguió. Todos coincidimos en decir que lo que más admirábamos de ella era su capacidad de servir, su entrega absoluta al Señor y su sencillez.

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