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Hola a todos los que siguen este blog. Estoy tratando de subir cada jueves una enseñanza de acuerdo a lo que el Señor me guía, a veces no es posible por alguna eventualidad. Agradezco mucho a aquellos que se toman el tiempo de leer, sé que no es tan fácil por las múltiples ocupaciones de cada uno, pero para mí siempre es una alegría poder compartir lo que el Señor susurra a mi corazón en el diario vivir, puede que sea una enseñanza larga como la de hoy o una más corta. Oro para que cada enseñanza toque sus vidas inmensamente de una o de otra manera como el Señor lo ha hecho en la mía.
Todavía ando en la promoción del nuevo libro, no porque busque seguidores (lo importante es que lo sigan a Él, no a mí), sino porque anhelo profundamente que este libro haga algo en sus corazones, como lo hizo y lo sigue haciendo en el mío. Estoy preparando otros dos pequeños libros, así que, comenzaré el otro año Dios mediante, ya que por ahora seguiré dando a conocer AMOR DESBORDADO. De lo que puede estar seguro es que cada enseñanza y cada libro nace del corazón de Dios, son los susurros de Dios a mi vida en la sencillez de la vida diaria. No vienen de las grandes tarimas, sino de del día a día caminando con Dios y aprendiendo de Él en cada experiencia que me permite vivir en el interior de mi vida, no es algo mágico o sobrenatural, es solo el eco de Su voz a mi espíritu.
La enseñanza de hoy me toca profundamente, pues tampoco me he librado de tropezar con la misma piedra, pero he visto su misericordia infinita en mi vida y los tratos de Dios me han hecho entender cuánto me ama el Señor.
He estado meditando en estos días Génesis capítulo 20, una lectura muy especial.
“Y decía Abraham de Sara su mujer: Mi hermana es. Y Abimelec, rey de Gerar, envió y tomó a Sara”. Génesis 20: 2
¿No se les hace conocida esta historia? Ya habíamos tratado este tema en un artículo anterior, que se titulaba “Una propuesta indecente”, ¿se acuerdan?
Abraham tropezó con la misma piedra, se resbaló con la misma cáscara, ¿no les ha pasado esto mismo en su caminar con Dios?
Dios nunca ocultó las debilidades de sus siervos. ¡Qué gracia tan maravillosa la de nuestro Dios!, ¡Qué gran misericordia!
Nuevamente Abraham emprendió un viaje sin que el Señor se lo haya pedido, de la nada decidió moverse, sin la aprobación de Él, pero todo es permitido por Él con un propósito y el Señor tenía su propósito con Abraham en esta situación. Él se fue al sur, a una tierra cálida y cómoda. El norte era un lugar frío, incómodo, pero allí él tenía comunión con la presencia del Señor. Es en esos lugares incomodos y fríos, llenos de dificultades alrededor en donde apreciamos más la comunión con el Señor, el amor por el Señor se nos despierta en los lugares difíciles y en situaciones extremas.
En este capítulo no se nos dice que había hambre en la tierra, como cuando Abraham descendió a Egipto por esta causa, aquí ya no había excusas, no existía el pretexto. Nuevamente mintió acerca de Sara y lo hizo simplemente porque estaba en el lugar equivocado, de nuevo iba a entregar a su mujer a otro hombre. Cuando estamos alejados del Señor, cuando perdemos nuestra posición en Dios, podemos llegar a hacer muchas cosas que desagradan al corazón de Él. La posición es bien importante, nuestra posición en Dios es de suma importancia. Si no permanecemos en la presencia del Señor, la carne nos jalará tarde que temprano, y más si no hemos cazado esas zorras pequeñas.
El salmista clamó con todo su corazón: “No me eches de delante de ti; y no quites de mí tu santo Espíritu.” Salmo 51: 11. ¡Qué gran necesidad de la presencia de Dios en nuestras vidas! Perderla es perderlo todo.
Podemos repetir viejos fracasos, por eso el Señor se encarga de confrontarnos y de arrancar lo que tiene que arrancar en nosotros y eso nos va a doler. Hay cosas que siguen escondidas en nuestro corazón, aun después de ser circuncidados, como lo fue para Abraham, incluso después de tener comunión con el Señor, así como Abraham la tenía con Dios, son cosas que siguen ahí ocultas, viejos comportamientos, actitudes inadecuadas, viejas heridas, viejos hábitos, orgullo disfrazado de humildad, temores irreales, pensamientos distorsionados, creencias absurdas, mentiras escondidas, amarguras disimuladas, concupiscencias encubiertas y tantas cosas más, cosas reservadas solo para nosotros. Por eso Dios permite situaciones en donde expone aquello que guardamos en lo escondido de nuestro ser.
Dios nos lleva a la raíz del problema, hay asuntos en nuestra vida que deben ser tratados desde lo más profundo. Raíces ocultas en nuestra vida que deben ser sacadas a la luz para ser arrancadas, cosas que todavía nos atan, cosas que deben ser confrontadas en nosotros para ser librados, tratados y perfeccionados, para llegar a la madurez, para recibir la plenitud de la herencia en Cristo. Dios saca a la luz nuestras debilidades más escondidas en lo profundo de nuestro ser, pues esas cosas ocultas son las que nos hacen tropezar con la misma piedra y resbalar con la misma cáscara como Abraham.
Dios le dio tiempo a Abraham de arrepentirse y permitirle a Dios tratar este asunto en su corazón, pero quizás él le dio largas, no le dio importancia, por eso repitió la misma historia.
Como dijo Oswald Chambers: “Todos somos muy buenos produciendo la neblina que ciega nuestra visión espiritual”.
Muchas veces le damos largas y largas a un asunto, nos hacemos los olvidadizos, enterramos las cosas y el Señor permite las situaciones para exponernos, esa es la misericordia de Dios y su amor inagotable por nosotros, pues Él quiere limpiarnos. Ese día la espada afilada de Dios pasó por esa condición en el corazón de Abraham.
Por mucho que amemos al Señor a veces tenemos cositas reservadas.
Y el versículo 13 nos da la clave: “Y fue que, cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije: Esta es la misericordia que tú me harás, que en todos los lugares donde llegáremos, digas de mí: Mi hermano es”. Génesis 20: 13.
Abraham planeó mentir mucho tiempo atrás desde que comenzó a caminar con Dios, este problemita venía desde Mesopotamia, cuando Abraham salió de Ur de los caldeos. Que Dios tenga misericordia de nosotros, porque si tenemos alguna cosa reservada en el corazón tarde que temprano será expuesta de una o de otra manera.
Dios disciplinó a Abraham y arrancó esa raíz de una vez por todas. Fue disciplinado por Dios a través de Abimelec; a veces Dios nos envía las burras de Balaam para reprendernos. Abraham tuvo que reconocer su mentira, sus temores, su falta de confianza en Dios, el miedo terrible que sentía que lo mataran por causa de Sara, él tenía que reconocer su falta de carácter y quizás tenía que reconocer que se amaba más a sí mismo de lo que amaba a su esposa, pues siempre quería auto protegerse. Y como parte de su disciplina le tocó orar por Abimelec, por su mujer y por sus siervas y creo que fue una oración muy embarazosa, creo que Abraham estaba avergonzado y más después de recibir todo lo que le dio Abimelec por causa de Sara (ovejas, vacas, siervos y siervas). Él puso en aprietos de nuevo a Sara y hasta con ella habrá estado avergonzado. Imagínese la escena, qué incomodidad para Abraham.
En esta vieja creación podemos caer y fracasar, sin embargo, Dios nos restaura en el mismo lugar de nuestro fracaso, porque sabe que lo amamos a pesar de nuestra condición, Él conoce quién tiene corazón para Él; tenemos todo lo que es Cristo a nuestra disposición para permitirle a Dios hacer Su obra en nosotros. Dios le dio la oportunidad de interceder a Abraham, porque él seguía siendo el amigo de Dios, seguía siendo su siervo, su profeta, eso no había cambiado, pero Dios debía disciplinarlo y arrancar de raíz esta debilidad. Somos nuevas creaturas en Cristo Jesús, hacemos parte de una nueva creación, no obstante, Dios debe sacar a la luz las cosas escondidas que son esas debilidades naturales que todavía deambulan por ahí, para tratar con ellas y arrancarlas de una vez por todas. Ese es su amor infinito.
Sara también fue restaurada, dice que Abimelec le dio mil monedas de plata para compensarla por todo lo sucedido y reivindicar su honor; la plata simboliza la redención y el número mil representa la perfección del Señor; el Señor los redimió en su peor momento, el Señor nos redime en nuestro peor momento.
Esto me hace recordar aquello que vivió Pedro.
“Y estaban en pie los esclavos y los ministros que habían encendido las ASCUAS; porque hacía frío, y se calentaban; y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose”. Juan 18:18
Cuando Pedro negó al Señor fue expuesta una raíz que estaba escondida en su corazón y que solo el Señor conocía, la raíz de la confianza en sí mismo “nunca te negaré, nunca me escandalizaré de ti”. Pedro no cayó cuando le negó, su caída fue cuando confió en sí mismo, esto venía de tiempo atrás, cuando se ocupó de sus propios afectos y no se apegó a Cristo, no reconoció que necesitaba de Cristo para serle fiel hasta el final. El Señor tuvo que confrontarlo cuando el gallo cantó. Fue un proceso severo, doloroso, que lo hizo llorar amargamente, porque esta raíz fue juzgada y arrancada sin piedad.
“Cuando descendieron a tierra, vieron ASCUAS puestas, y un pez encima de ellas, y pan”. Juan 21: 9
En ambos versículos la palabra ASCUAS es ἀνθρακιά andsrakiá; brasas encendidas: —brasas, fuego.
Pedro fue restaurado en el mismo lugar de su fracaso. La primera vez estaba calentándose y negando al Señor Jesús, la segunda vez estaba frente a Jesús, estaba arrepentido, avergonzado, su prepotencia y fanfarronería habían sido humilladas, reconocía que no amaba incondicionalmente, pero no recibió ninguna reprimenda, el Señor no le recordó su negación, ya había sido disciplinado con esa mirada de amor que lo había traspasado, ahora lo estaba restaurando, los estaba invitando a comer junto a Él, ese es nuestro Dios; realmente esto quebranta mi corazón, por ese amor que no merecemos, ese amor que restaura nuestro peor momento y eso no significa que Dios nos dé autorización para pecar, significa que Él nos ama infinitamente y nos quiere separados para Él.
Como escribió Mary DeMuth “la gracia excesiva sin verdad crea licencia para pecar, pero verdad excesiva sin gracia es legalismo y ambas corrientes están equivocadas, se necesita la gracia para una humanidad quebrantada por el pecado y la verdad correctiva para una humanidad propensa a extraviarse”. Este es el amor ilimitado de Dios.
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