Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como os he amado, que también os améis los unos a los otros. Juan 13:34 JBS
Cristo se vació a sí mismo para darse por completo a nosotros e ir a la muerte para salvarnos. No dejó nada para sí mismo, todo lo entregó, se derramó en sacrificio vivo para Dios por nosotros.
Cuánto egoísmo hay todavía en nuestro corazón, cuántas cosas nos reservamos para nosotros mismos, cuántos recelos, resquemores se esconden en las recámaras secretas de nuestra alma. Amar es un mandamiento, que solo la Vida del Señor habitando en nuestro interior puede aplicar a nuestro corazón.
En este mismo capítulo dice que el Señor los amó hasta el fin y luego les dice que así deben amarse unos a otros; qué difícil es esto para nuestra naturaleza, se requiere una obra profunda de la cruz en nuestras vidas para pasar por alto cada ofensa, cada molestia, cada incomodidad que otros provocan en nosotros. Este amor no es un amor almático, ni romántico, es un amor que lo entrega todo por el otro, busca el bienestar de la otra persona, no espera nada a cambio y trasciende a todo lo malo.
Cristo amó hasta el fin incluso a Judas. Se vació por cada uno de estos hombres imperfectos porque los amaba. El Señor Jesús nos amó cuando estábamos en enemistad con Él, muertos en nuestros delitos y pecados.
Que el amor del Señor sea formado en nosotros de esa manera para pasar por alto la humanidad de los demás, cuánta compasión, misericordia y paciencia necesitamos para los demás de la misma manera que lo hemos recibido de parte del Señor.
Nadie podrá llenar nuestras expectativas ni nosotros llenaremos las de nadie, solo el amor de Cristo formado en nuestras vidas pasará por alto muchas cosas, para poder amar hasta el fin a los demás.
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