“… mas el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará, y hará” Daniel 11: 32
El mundo no es un lugar seguro, lo sé, está lleno de mentiras, de engaños, de trampas y de toda clase de maldad. Nuestros corazones tratan de desfallecer por todo lo que vemos a nuestro alrededor; sin embargo, el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y hará, y nos esforzaremos por la fuerza del Señor, por la vida resucitada de Él.
Este versículo en Daniel 11, sobresalta en medio de todos los acontecimientos que Daniel estaba viendo en su visión. El Señor nos recuerda que, a pesar de que las cosas se pongan difíciles, si lo conocemos sabremos que todo obra para bien y que Dios está en control de todos los acontecimientos a nuestro alrededor.
Dios nos hace un llamado a seguirle, aun en medio de toda clase de adversidades, Él nunca prometió una vida sin problemas, lo que sí nos prometió es que nunca nos dejaría ni nos abandonaría y que a través de su vida resucitada seríamos más que vencedores.
El Señor usa toda circunstancia para obrar sus propósitos eternos y el Señor permitirá lo que tenga que permitir para limpiar, purgar y emblanquecer a sus hijos, ni más ni menos. Satanás no puede ir más allá de lo que le está permitido. Si lo hemos conocido sabremos que nuestro Dios es poderoso gigante que vence cualquier adversidad y que nada se le sale de sus manos. Sabremos que Dios tendrá un pueblo que vencerá porque llevará el testimonio del Señor en sus corazones, sellado con las marcas de la muerte a su propia vida y poseyendo la vida de Cristo.
El pueblo que conoce a su Dios… y lo conocemos no por aprender de memoria las doctrinas o por el estudio sistemático de la teología o por leer infinidad de libros, lo conocemos porque nos ha sido revelado en el interior de nuestros corazones. Los ojos de nuestro corazón se han abierto a la vida de Él en una revelación interna, callada, silenciosa, en nuestro caminar día a día con Él, a través de múltiples pruebas y tratos de Dios en nuestra vida. Porque aquello que ha sido revelado de Él, Dios nos lo ha dado a vivir en la experiencia de cada día.
C.H. Spurgeon escribió:
“Cuando en su ira los perversos crucificaron al Hijo de Dios, estaban cumpliendo el propósito divino sin darse cuenta, y en miles de ocasiones la obstinación de los impíos hace lo mismo. Ellos se consideran libres, pero, como convictos sujetos a cadenas, están cumpliendo inconscientemente los decretos del Todopoderoso. Las artimañas de los malvados son vencidas y terminan siendo derrotados. Actúan de una manera suicida, y frustran sus propias conspiraciones. Su ira no producirá nada que pueda dañarnos verdaderamente. Cuando quemaron a los mártires, el humo que subía de la hoguera enfermaba a los hombres del Papado más que ninguna otra cosa. Entre tanto, el Señor tiene un bozal y una cadena para los osos. Él restringe la más furiosa ira del enemigo. Es como un molinero que detiene la corriente, y sólo permite que fluya el agua suficiente para hacer girar la rueda de su molino. Así que no suspiremos, sino cantemos. Todo está bien, sin importar cuán fuerte sople el viento”.
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