top of page
Adriana Lelión

VER O NO VER A JESÚS


Tomado de www.pixabay.com

“Lo cual viendo Simón Pedro, se derribó de rodillas a Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”. Lucas 5:8


Una cosa es oír de las enseñanzas de Jesús y otra muy distinta, verlo a Él, verlo con los ojos de nuestro corazón.


Esto fue lo que hizo que Pedro se postrara y dijera: “SEÑOR, APARTATE DE MÍ QUE SOY PECADOR”; ver a Jesús lo hizo conocer su verdadera condición de pecador ante Dios y vio a Jesús como “Señor”. ¡Qué gran revelación tuvo Pedro ese día!


Podemos nombrar a Dios con nuestra boca, pero en realidad no conocerlo, podemos saber del Cristo histórico por lo que nos han enseñado desde niños en nuestra casa o nuestras comunidades religiosas; sin embargo, no haberlo visto con los ojos de nuestro corazón, podemos tener todo el conocimiento teológico y la experiencia ministerial; no obstante, seguir con nuestros ojos vendados a Él.


Verlo a Él hace la diferencia. Verlo a Él es la raíz de todas las cosas, verlo a Él le da sentido a cada circunstancia en nuestra vida, verlo a Él nos da esperanza. Verlo a Él es lo que hará que caigamos postrados a Sus pies ante Su majestad, verlo a Él es lo que hará que queramos seguirlo, verlo hará que queramos tenerlo y que se convierta en nuestra vida. Verlo no para que satisfaga nuestra necesidad, sino para conocerlo en mayor profundidad (Filipenses 3:10).


Y cuando yo le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; YO SOY el primero y el último”. Apocalipsis 1: 17


“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el SEÑOR de los ejércitos”. Isaías 6:5


“Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y caí sobre mi rostro; y él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque al tiempo señalado se cumplirá la visión”. Daniel 8:17


“Como el aspecto del arco iris que aparece en las nubes en un día lluvioso, así era el aspecto del resplandor en derredor. Tal era el aspecto de la semejanza de la gloria del SEÑOR. Cuando lo vi, caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba”. Ezequiel 1: 28


Nadie da su vida por aquello que no ha visto, pero cuando lo hemos visto y hemos visto su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, daremos nuestra vida voluntariamente, nuestra voluntad caerá rendida a Sus pies.


Cuando Sus discípulos lo vieron y Su amor hizo una obra profunda en sus corazones, fueron capaces de sufrir y morir por Él. Aquí no cabe la obligación religiosa, no cabe llenar requisitos, cumplir ritos, celebrar fiestas, Jesús es más que todo eso, Él es vida a cada paso.


Cuando Pedro vio el rostro de Jesús resplandeciente como el sol y sus vestiduras blancas como la luz en aquel monte de la trasfiguración (ver Mateo 17: 1 – 8), quiso hacer tabernáculos, quiso encerrar la gloria de Dios, quiso agregar algo humano, quiso organizar algo para llevarse el crédito, quiso meter a Dios en su realidad mental y religiosa, quiso hacer de ese momento un rito más, un programa más. No podemos meter a Jesús en nuestras concepciones mentales, Jesús es más que todo eso. Cuando los ojos de nuestro corazón son iluminados por Él, entonces todo aquello que teníamos en nuestra mentalidad religiosa, se desmorona.


Que Dios nos libre de conformarnos con aquello que hemos visto de Jesús hasta ahora, hay tanto de Él para conocer. No importa cuántos años llevemos caminando con Él, necesitamos verlo a Él cada día en mayor profundidad. Que Dios nos dé ojos para verlo a Él y ver nuestra verdadera condición, ver nuestro verdadero “yo”, que veamos que ante Él somos pecadores e indignos de Su gracia, pero en Cristo tenemos redención y salvación, que podamos ver que Él es el Señor y nos rindamos a Su gobierno.

Cuando nuestros ojos estén abiertos a Él, todas Sus palabras tendrán sentido para nosotros.


Hasta la próxima.

Comments


bottom of page