“El ladrón viene solo para robar y matar y destruir. Vine para que tengan y disfruten de la vida, y la tengan en abundancia [en abundancia, hasta que se desborde]”. Juan 10:10 AMP
Nuestro Señor Jesús es abundante en todas las cosas, más allá de nosotros está Él con toda su fuerza y su poder. Su Vida es abundante, llena de salvación, redención y restauración. Tratar de vivir nuestra vida sin Él nos llevará tarde que temprano a la esterilidad.
Como seres humanos no somos nada, aun en nuestros mejores momentos, incluso en la fuerza de la juventud. Cuando somos jóvenes creemos saberlo todo, creemos poder hacerlo todo, pero cuando vamos envejeciendo nos damos cuenta que las fuerzas menguan y que ya nos somos los mismos de antes.
Solo la Vida inagotable y abundante de Cristo nos puede dar esa vida en plenitud. Con los años nos damos cuenta que cualquier cosa que no sea Jesús nos decepcionará, incluso nuestras fuerzas fallarán, solo en Él encontramos la potencia, porque Él es la Roca en la cual podemos aferrarnos y construir nuestra vida.
La Vida de Cristo no está solo en los momentos difíciles, es la Vida por la cual podemos vivir cada día de nuestra vida, en cada momento, en cada circunstancia. No podemos vivir ambas vidas al tiempo, es su Vida o es la nuestra. Si entregamos nuestra vida a Él, su Vida se hará cada vez más viva en nosotros, viviremos por su poder abundante, Su vida se irá estableciendo más y más, nos irá transformando cada día, nos reverdecerá, nos fortalecerá y nos sostendrá de adentro hacia afuera, pues esta Vida no se envejece, no se desgasta, no se acaba.
La Vida de nuestro Señor Jesús es impresionantemente abundante y es nueva cada día, es el maná fresco de cada mañana. Si permitimos que nuestra vida prevalezca, su Vida no aumentará y nuestra vida será como aquel maná guardado a la mañana siguiente.
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