YO SÉ LO QUE SE SIENTE... SEGUNDA CARTA A UN AMIGO QUE SUFRE
- Adriana Lelión
- 4 feb
- 2 Min. de lectura

Amigo mío vuelvo y te escribo, quizás mis palabras te ayuden a sentirte acompañado en aquello que sientes y que nadie sabe o nadie más entiende.
Sí, yo sé lo que es caer de rodillas pidiendo que ese sufrimiento termine. Rogando, ya no por un milagro, sino para que nuestro ser amado descanse de sus dolores.
Yo sé lo que es levantarse de esas rodillas y como en un suspiro, olvidar esa oración para decirle al oído:
― No te vayas, no me dejes, te necesito, vive, vive por ti, vive por nuestro amor, lucha amor mío―.
Y en un solo abrazo aferrarnos para que no nos lo quiten. Yo sé lo que es volver a la oración para decir:
― Dios, no permitas que siga sufriendo, llévatelo a descansar en tus brazos―.
Es una lucha incesante entre lo que deseas y lo que sabes que debe suceder.
Yo sé lo que es quebrarse en un instante cuando se logra dejar ir y se despide a quien de este lado nunca volverás a ver. Yo sé lo que es decirle al oído:
― Te amo, gracias por todos estos años, por todos los momentos vividos. Siempre estarás en mi memoria, nunca te olvidaré. Vete amado mío, descansa, tus dolores se irán, no sufras más. Yo estaré bien, algún día nos volveremos a reencontrar―.
Y aunque sabes que es tan solo una separación temporal, la ausencia duele.
Yo sé lo que se siente ese desprendimiento, ese momento en que tu corazón queda roto y las partes regadas por todo el suelo. Porque algo de uno se va también.
Amigo mío, te entiendo, no estás solo en esa batalla, yo sé lo que se siente.
Pero ¿sabes una cosa? Te recuperarás, quizás la vida no será igual. Y aunque tu corazón esté deformado por las cicatrices, volverás a reír y la esperanza renacerán en ti. El sol volverá a brillar con intensidad y verás un nuevo amanecer en el horizonte de tu vida. Te levantarás con lágrimas corriendo por tus mejillas; sin embargo, la gracia estará ahí para ti. Dios no se marcha, Él se queda contigo en tu quebranto. Él mismo será el motivo para seguir.
Sobrevivirás porque el amor de Dios por ti es muy grande. Dios te ve, Él sabe lo que se siente, su Hijo murió en aquella cruz. Deja que el Padre te encuentre en ese lugar de oscuridad y se siente contigo en tu tristeza y en tu pérdida. Deja que Jesús te abrace y te consuele. Algún día todo dolor no será más y nuestras lágrimas serán secadas por sus manos horadadas. Al final, Dios redimirá todas las cosas. Y la muerte no se hallará nunca más.
A.L.
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